viernes, 20 de mayo de 2016

Ambriz y El Santo






Nacho, el técnico del América, admiraba al Enmascarado de Plata y ahora es amigo de El hijo del Santo 




Sin duda alguna uno de los personajes más importantes de esta semana  ha sido el director técnico de las Águilas del América, Ignacio Ambriz.

¿La razón?  Su triunfo ante El Rebaño Sagrado, el pasado domingo 15 de mayo, cuando el América derrotó 2-1 al Guadalajara en  el clásico de clásicos.

Pero el tema del que quiero hablar hoy no es de futbol. Más bien es la historia de un niño de nombre Marcos Ignacio Ambriz Espinosa, que nació en el entonces pueblito de Culhuacán, situado a los pies del Cerro de la Estrella.

 El pequeño Nacho era un niño vivaracho y su mayor sueño era ser futbolista profesional, jugaba futbol con su pelota de plástico de color naranja en compañía de sus amigos. Su papá siempre lo apoyó cuando Ignacio requería unos zapatos de futbol, una balón o cualquier artículo deportivo.

A unos cuantos metros de su casa, sobre la avenida Taxqueña, Nacho iba a comprar pan a la panadería La Guadalupana y su vista siempre la dirigía a la acera de enfrente en busca de un auto convertible color blanco, que se estacionaba frente a una mueblería, cuyo dueño era nada más y nada menos que Santo, El Enmascarado de Plata.

Nacho pasaba largas horas en espera de su ídolo para conocerlo en persona, pedirle un autógrafo y también saludarlo, algo que lamentablemente jamás sucedió.

Sin embargo, este sueño que  Ignacio Ambriz no logró concretar con El Santo, lo cumplió cuando coincidimos en Madrid, España, hace algunos años. Él estaba acompañado por su esposa Lupita y sus hijos, Nacho y Fernanda.

El rostro de Ambriz y su franca sonrisa mostraron la admiración que sentía por mi máscara, pues al verla se regresó a su niñez y los recuerdos inundaron su mente.

Su abrazo fue sumamente cariñoso y sus palabras me llegaron al corazón cuando me platicó esta historia que ya les conté. No conoció a mi padre pero para él fue muy importante que su pequeño hijo Nachito me conociera, pues su mayor sueño no era ser futbolista, sino convertirse en luchador.
Tal vez ahora ya piensa diferente, pero no importa. A muchos niños a cierta edad les hace mucha ilusión llegar a ser como el Santo.

Desde estas líneas le deseo todo lo mejor a Nacho  y al equipo América, para que logren hacer un buen papel en semifinales y lleguen a la final en el año de su centenario.

Nos leemos la próxima semana  para que hablemos sin máscaras.

El Hijo del Santo

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