Nuestra querida amiga la Dra. Janeth Peñafiel a estado muy ocupada y no a podido enviarme todavía la foto del artículo de hoy de Hablemos sin máscaras, al hacerlo con todo gusto se los compartiré...
Estimados amigos de El Gráfico: Un año inicia e inevitablemente
pienso en algo que es inminente: la muerte. Sé que es muy pronto para
estos temas y que debería estar escribiendo sobre qué les trajeron los
Santos Reyes, de planes o cosas así, pero no. Hoy quiero recordar a mis
queridos compañeros y promotores que se nos adelantaron en 2015.
Cada uno de ellos, de alguna manera, tuvo una relación muy cercana a
mi padre o a mí, ya sea sobre el ring o como empresarios. Uno de los
primeros luchadores que falleció a inicios del año pasado fue el Agente
X, quien realmente se llamaba Ángel Umaña, quien en la década de los
años 50 perdió la máscara contra El Santo.
Le siguió un joven que tenía un gran futuro dentro de la lucha
libre y falleció a la edad de 35 años, me refiero a Pedro Aguayo Jr.,
quien fue un digno sucesor de don Pedro ‘El Perro’ Aguayo. Después nos
enteramos del fallecimiento de El Verdugo, hermano del Hombre Bala y de
el Pirata Morgan.
En el mes de abril, Andrés Rodolfo Reyna Torres, nuestro querido
exótico Rudy Reyna, falleció a la edad de 69 años y ese mismo día murió
Módulo, un excelente luchador con quien brindé, en mis inicios, una de
las mejores luchas a ras de lona al defender ante él el campeonato
mundial de peso ligero UWA.
También se nos adelantaron promotores y mejores amigos, como don
Carlos Maynés, un experimentado y exitoso empresario que por muchos años
manejó el Toreo de Cuatro Caminos, la Arena Querétaro y la Arena Neza,
cosos tradicionales de este deporte.
A él le siguió otro querido amigo y promotor de Mérida, el doctor José Luis Ordaz.
A finales de noviembre, a los 71 años, dejó de existir Raúl García
Salazar, El Bello Greco, un excelente luchador y mejor persona.
Este hombre fue muy cercano a mi padre, pues no sólo fue su rival
en infinidad de luchas realizadas en México, sino también en Sudamérica.
Era tal la convivencia entre ambos, que mi padre lo invitó a participar
en muchas de sus películas.
Yo era un niño cuando lo conocí y sólo tengo gratos recuerdos de él
y de otros luchadores contemporáneos, como Goliath Ayala y don Ismael
Ramírez, con quienes platicaba de mis sueños de convertirme en luchador y
con quienes jugaba luchitas. Años después, cuando cumplí mi sueño y me
convertí en luchador profesional, me enfrenté en muchas ocasiones a la
pareja de exóticos integrada por El Bello Greco y Sergio el Hermoso.
Finalmente, quien cerró esta lamentable cantidad de decesos y nos
impactó con su muerte súbita a mediados del mes de diciembre fue nuestro
querido y admirado Lizmark. Uno de los luchadores que más me impactaron
en mi vida profesional, por su técnica y estilo aéreo, cuando yo apenas
era aficionado.
Él se convirtió en uno de mis grandes ídolos. Recuerdo muy bien que
mi padre me había regalado una cámara Súper 8 para filmar y dejar un
testimonio de sus diferentes luchas. Cada vez que lo filmaba, El Santo
me daba dinero para comprar los rollos y después mandarlos revelar.
En esos años de 1978-1980, Lizmark era uno de sus mejores
compañeros y cuando mi padre veía las películas se sorprendía y me
decía: “¿Qué paso, mano? Solamente salgo unos segundos en las películas
que filmas y el que aparece todo el tiempo es este muchacho Lizmark.
Dile a él que te compre el material y pague el revelado”.
Obviamente no lo decía en serio, era broma. De ese tamaño era mi
admiración por el Geniecillo Azul. Esto le causaba mucha risa a Lizmark
cuando yo se lo platicaba.
Desde estas páginas les deseamos a todos ellos un descanso eterno y
esperamos no recibir en mucho tiempo estas lamentables noticias, aunque
sabemos que sólo hay algo seguro: todos nos vamos a morir.
Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin máscaras.
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