La leyenda del luchador nació en el cine, pero se extendió
por cuadriláteros del mundo
El 31 de octubre del 2006 a las 23:50 horas falleció
Daniel García y con él la leyenda de Huracán Ramírez...
Un dolor en el pecho y la espalda fue el primer aviso. Era
su última lucha y Daniel, de 80 años, supo que esta vez no iba a poder con su
enemigo. Fue trasladado de urgencia al Hospital López Mateos, del Instituto de
Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, donde
confirmaron el infarto y comenzaron a reanimarlo. Pero su lucha era personal,
nadie podía intervenir.
Y no pudo resistir el segundo ataque al corazón, esta
vez el infarto fue masivo y tuvo que rendirse, como antes lo hicieron otros
grandes gladiadores que llenaron por igual arenas y salas de cine.
El Huracán Ramírez se ha reunido de nuevo con su
compadre El Santo y con Blue Demon. Y con muchos otros grandes
pancracistas que sucumbieron ante un enemigo que no sabe perdonar: el tiempo.
El personaje no nació en un entarimado, sino que fue una
creación cinematográfica.
El cineasta Joselito Rodríguez supo aprovechar el
impacto de la lucha libre en los aficionados para hacer una película cuyo actor
principal sería un enmascarado.
Era 1951 cuando el habilidoso gladiador español
Eduardo Bonada fue contratado para darle vida a Huracán Ramírez,
mientras que el personaje sin máscara era David Silva.
La película gustó mucho, por lo que decidieron hacer otra
cinta. Pero Bonada no aceptó protagonizar de nuevo al luchador, a él le gustaba
mostrar el rostro y quería actuar sin máscara.
El reto era encontrar a otro
gladiador que tuviera las características que le habían impreso a Huracán;
se requería a alguien que fuera rápido, ágil, que se moviera, precisamente,
como un huracán. Y esa fue la puerta que se abrió y supo aprovechar Daniel
García, el menor de cuatro hermanos, todos ellos dedicados a la lucha: Rudy
García, Pantera Roja y Demonio Rojo, gladiadores de gran peso.
Daniel era livianito y no había tenido mucho éxito en sus
breves incursiones por los cuadriláteros, en los que se presentaba enmascarado
como el Buitre Blanco y sin tapa como Chico García. Después
consiguió la licencia de luchador profesional con el nombre de Huracán
Ramírez. Convenció a los cineastas y con ello cambió su vida. Era 1952.
Protagonizó: El regreso de Huracán Ramírez, El
hijo de Huracán Ramírez, La venganza de Huracán Ramírez, Huracán
Ramírez y la monjita negra y De sangre chicana.
Su éxito no fue sólo en las pantallas, Daniel García logró
que Huracán también triunfara en las arenas, primero en las de México y
después en el mundo. Cosechó varios títulos, y orgulloso recordaba que en 1965
había conquistado simultáneamente cuatro campeonatos: uno en Japón, otro en
Bogotá y dos nacionales. Y le gustaba mostrar sus testimonios.
Su casa es un
verdadero museo. Las paredes están saturadas con fotografías y recortes de
periódicos que narran sus hazañas. Su enorme colección de pipas, en especial
una con su propia máscara. Y también el reconocimiento que le diera Alcohólicos
Anónimos, por ser un ejemplo para la rehabilitación de muchos enfermos.
Huracán ya había burlado a la muerte. Aunque no era
la suya. El 12 de septiembre de 1982, en el Toreo de Cuatro Caminos, él y Gory
Guerrero acompañaron a El Santo en su despedida. La lucha contra Los
Misioneros de la Muerte fue salvaje. El trío de veteranos apenas pudo
contrarrestar la fortaleza y juventud de los oponentes.
Tuvieron que hacer un esfuerzo extra, y el Santo se
desvaneció en pleno entarimado, víctima de un infarto. Huracán lo
rescató, cargó el cuerpo del Enmascarado de Plata en su hombro y a trote
lo llevó hasta los vestidores, sin imaginar que con esa acción le salvó la
vida, pues durante el trayecto le dio un masaje en el pecho que hizo que el
corazón del luchador volviera a latir.
El 5 de febrero de 1987, el Santo perdió la vida.
Sufrió otro infarto durante un simulacro de lucha en el teatro Blanquita. Esa
vez no estuvo Huracán Ramírez para reanimarlo.
Exactamente un año después, Huracán se retiró; tenía
62 años de edad y 36 de ellos los había dedicado a su personaje. Sabía que era
tiempo de decirle adiós a los encordados.
Daniel quería irse todavía en plena forma, no quería
arrastrar el personaje ni que le gritaran "ya retírate, estás viejo".
Por eso dejó la lucha, se fue con su máscara.
Pero ese mismo año, en la arena de Tijuana, se la quitó ante
el público para dar a conocer su rostro.
Una cara que otros privilegiados conocieron con 10 años de
anterioridad, y no precisamente en una función de lucha, sino en reuniones
donde ellos mismos enfrentaban a un temible rival: el alcoholismo.
Fue un encuentro muy difícil, pero encontraron entre ellos a
un personaje que pidió permiso para dejar el anonimato voluntariamente. Tenía
que decir que él era el famoso Huracán Ramírez.
El también había sucumbido ante el alcohol y supo vencerlo.
Su ejemplo sirvió para que muchos dejaran de beber. Tenía ya 30 años sin probar
alcohol y ese era otro de sus orgullos.
Ahora Daniel descansa con el rostro descubierto y en el
pecho la legendaria máscara azul con grecas blancas que él mismo rediseñó y que
hizo popular tanto en las arenas como en las pantallas de cine.
Al creador de la huracarrana -una llave imposible de
deshacer, pues deja a los rivales de espaldas y con piernas y brazos
inmovilizados- le sobreviven su esposa Eulalia y su hija Karla.
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