El Hijo del Santo recuerda el día en que su papá se quitó la máscara ante Jacobo Zabludovsky
Regularmente
al morir, a los personajes importantes se les recuerda por sus logros,
éxitos y por las muchas historias que los rodean.
Tal
es el caso del licenciado Jacobo Zabludovsky, fallecido recientemente y
quien tuvo en vida la oportunidad de entrevistar a grandes personajes
de la historia del mundo, desde Salvador Dalí, Fidel
Castro, Pelé y María Félix, hasta presidentes, Papas y reyes.
Uno
de los personajes mexicanos con quien el licenciado Zabludovsky tuvo
mucho que ver fue con El Santo y cuentan que mi padre mostró su rostro
porque presentía su muerte.
Sin
embargo, la verdadera historia de cuando mi padre por primera vez
levantó su tapa hasta la altura de los ojos no fue en Contrapunto.
Según
la leyenda urbana que envolvía a El Enmascarado de Plata, se decía que
él moriría el día en que se quitara la máscara en público.
De
ser cierto esto, mi padre hubiera muerto en agosto de 1982 cuando
mostró por vez primera parte de su rostro en la televisión mexicana.
Es
importante aclarar que nunca se la quitó, únicamente se la levantó,
acto muy distinto, y fue en el programa matutino Hoy Mismo, conducido
por el excelente periodista Guillermo Ochoa.
En esa ocasión mi padre estaba anunciando las tres funciones de despedida de su retiro profesional de los cuadriláteros.
Durante
la entrevista, Guillermo Ochoa cuestionó a mi padre sobre permanecer
enmascarado aún estando retirado y mi padre respondió rotundamente que
se llevaría su máscara hasta la tumba.
Entonces,
sin que nadie se lo pidiera y para demostrar que no estaba viejo,
acabado y mucho menos lleno de cicatrices como mucha gente afirmaba
entonces, hizo algo que a propios y extraños nos dejó boquiabiertos:
decidió mostrar, por escasos tres segundos, su rostro frente a las
cámaras de televisión.
Memo
Ochoa festejó la acción y mencionó que por respeto a El Santo jamás
congelaría la imagen. Mi padre ni siquiera había pensado en esa
posibilidad, si no ni lo hubiera hecho, ya que si su rostro iba a ser
conocido por el público tendría que ser perdiendo la máscara sobre el
ring. Finalmente, se dieron un fraternal abrazo y el asunto no pasó a
mayores.
Un
año después (1983), en el programa nocturno En Vivo, mi papá mostró el
rostro por segunda vez en televisión. Ricardo Rocha nos entrevistó a
los dos, ya que mi padre me estaba presentando públicamente como su
sucesor y, de pronto, a media entrevista y manejando el mismo argumento
de que no era un hombre acabado ni ésa la razón de su retiro, se levantó
inesperadamente la máscara.
Nuestro
anfitrión no daba crédito a lo que estaba viendo y aplaudió el gesto de
confianza que tuvo El Santo al mostrar —sólo por breves segundos— parte
de su rostro ante las cámaras y el público de su programa. Rocha no
repitió la imagen y mucho menos la congeló, logrando que mi papá también
se sintiera satisfecho y agradecido con él.
Fue
a finales del mes de enero de 1984 cuando El Santo, por tercera vez,
mostró su rostro en el programa Contrapunto conducido por Jacobo
Zabludovsky, dentro del polémico tema “La lucha libre, circo, maroma,
teatro o deporte”. Esa noche mi papá se levantó la máscara como lo había
hecho con anterioridad. Una fue cuando Wolf Rubinskis mencionó que El
Santo tenía cara de académico y que por tal razón sus compañeros le
llamaban “profesor” (otro mito), pues la verdadera razón por la que a mi
padre le llamaban así era por su larga y brillante trayectoria
luchística, pero sobre todo por el cariño y respeto que sentía su
gremio hacia él.
Hasta
ese momento, este hecho no había tenido ninguna consecuencia como
había sucedido con Guillermo Ochoa y Ricardo Rocha; sin embargo, el
licenciado Jacobo Zabludovsky no pensaba igual que sus colegas y mostró
parte del rostro de El Santo congelado en los titulares del noticiario
24 Horas: “¡El Santo se quitó la máscara y hoy daremos a conocer su
rostro!”
Pienso
que ni mi papá supo por qué sucedió esto después de conservar por
tantos años su anonimato. Tal vez fue una necesidad interna de que el
público conociera al hombre que portó por tantos años la máscara
plateada, quizá un presentimiento o simplemente fue un acto ingenuo de
su parte.
Lo
que es un hecho es que Rodolfo Guzmán hizo el coraje de su vida y
estaba sumamente decepcionado por esta situación que finalmente él mismo
no calculó. Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin
máscaras.
EL HIJO DEL SANTO
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