sábado, 25 de julio de 2015

Cumpleaños Plateado


Este fin de semana se cumplen 73 años del debut del máximo ídolo que ha tenido la lucha libre de nuestro país

El domingo 26 de julio es una fecha muy importante, porque hace  73 años, en  1942 y   también en un domingo, Rodolfo Guzmán vivió uno de  los días más emblemáticos de su vida. Y quién mejor que él para contarles la historia. 
 
“Para todos era un domingo como cualquier otro, lleno de sol, de descanso y tiras cómicas a colores en el diario dominical. Sin embargo, ese día no iríamos de paseo al campo a las afueras de la ruidosa ciudad como regularmente lo hacíamos. Ese día yo no dejaba de ver el periódico ni el reloj. No podía ocultar mi nerviosismo al leer el encabezado del diario que decía:  ‘¡Debuta un enmascarado que se hace llamar El Santo!’
 
“El reloj marcó la hora, revisaba una vez más la pequeña maletilla para que no se me olvidara nada y ahí estaban la mallas, el calzón, las calcetas, la bata, las zapatillas y una máscara plateada que encerraría mi rostro para siempre, aunque en ese momento yo no lo sabía.
 
“Cuando subí al ring de la arena México alguien me grito: ‘¡Payaso!’,  con una fuerza que aún retumba en mis tímpanos. Mis nervios se aceleraron.  Siete enemigos tenía frente a mí en la campal:  Murciélago Velázquez, Lobo Negro, Bobby Bonales, Ciclón Veloz, Ed Pavlosky, Bobby Rood, y Gorila Macías II. Ante ellos yo era un novato y veía en cada uno a un contrincante  que me haría
pedazos.
 
“Al sonar el gong fue como un dulce despertar y me lancé contra uno y contra otro. De pronto tenía a todos encima,  pero lograba escabullirme y así llegue al final teniendo frente a mí al campeón
 
Welter de la República: Ciclón Veloz, a quien  habría de enfrentar a una lucha de dos a tres caídas.
“Impuse mi estilo rudo y logré dominar a mi rival con una serie de rodillazos al estómago que doblaron a mi enemigo y al ponerle las espaldas planas los asistentes chiflaban,  pero yo iba a mi esquina sonriente. Así inicié el segundo episodio, pero recibí una lección al confiarme demasiado y sólo sentía en mi pecho los topes y las patadas voladoras del experimentado Ciclón, que logró vencerme. La rabia me carcomía los huesos y el alma sintiendo un crudo deseo de venganza.
 
“Salí a la tercera caída decidido a todo y empleé las armas prohibidas, le piqué los ojos y lo golpeé con los puños sin descanso. La indignación del público creció y exigía la descalificación mientras el réferi  Lomelín  intervenía enérgicamente,  pero yo con la cabeza perdida seguía mi labor destructora y empuje al réferi, lo cual provocó que me descalificara. Y perdí la lucha, pero gané con ello la atención del público y de la prensa que me bautizó como ‘El salvaje hipócrita’. Los encabezados decían: ‘¡No se recuerda un debut tan alharaquiento y sensacional!’.  Así dio inicio un destino maravilloso para mí que jamás imaginé.
 
“El aprendizaje duró años y años y en este lapso ocurrieron los sucesos más sufridos, percances más terribles, humillaciones y sólo un espíritu de sacrificio me mantuvo a flote.
“Cuando fui preliminarista viví un calvario, me hacían menos los que estaban arriba, me menospreciaban porque quería igualarles y superarles; quisieron hundirme desde el primer momento con esos bautizos absurdos que significaron mucho en mi futuro. Soporté injurias y golpes,  pero hoy puedo decir con orgullo que valió la pena”.
 
Estoy seguro, como muchas veces lo comenté con mi padre, de que ese día jamás imaginó lo trascendente que sería la noche de su debut en la historia de la lucha libre mexicana y del mundo.
 
Estoy seguro de que tampoco imaginó que llegaría a tener el éxito que tuvo y estoy seguro que nunca pensó  que la Empresa Mexicana de Lucha Libre, ahora Consejo Mundial,  jamás correspondería y pagaría por los grandes llenos que hizo para la familia Lutteroth y mucho menos que serían los primeros en voltearle la espalda a su continuador.
 
La satisfacción que hoy tengo es saber que a pesar de todo esto  he llevado su nombre en alto y no sólo en México, sino en muchos países del mundo. Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin máscaras.

EL HIJO DEL SANTO

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