El pasado 31 de Octubre se cumplió un nuevo Aniversario Luctuoso del
gran Huracán Ramírez y en El Azote Venezolano, El Blog, le brindamos
este pequeño homenaje, y pido disculpas por no haberlo realizado en su
debido momento, le doy las gracias a mi compañero Agustín Carrillo, El Analista de la Red, por recordarme este importante Aniversario, y
lamentamos que no llegamos a ver en ninguna página que alguien lo
recordara, cosa lamentable de verdad...
Biografía del Huracán Ramírez
Viví en México en el período 1990-1992 cuando inicié una serie de
entrevistas que acabo de terminar con la Biografía de Daniel García
Arteaga, Huracán Ramírez, campeón mundial de lucha libre en peso welter.
Me
duele decir que tuve que cumplir esta tarea a espaldas de mi embajador,
no obstante que a 20 años me parece la más importante que jamás hice en
México, pues como todo rey chiquito en su embajada, me prohibía todo lo
que se escapara de la cruda rutina. Tenía que inventar 1.000 pretextos
para entrevistar al Huracán en la clandestinidad más absoluta, como que
el embajador ni se enteró de que usé parcialmente la máquina de escribir
de la legación para transcribir las entrevistas.
Al
parecer, no era una preocupación propia de un agregado cultural, pero
la lucha libre en México no se limita al ring o a la arena, sino que
permea la estructura social y llega incluso a la política, porque
aquellos eran los tiempos de esplendor del diputado Super Barrio, quien
había apadrinado a Super Humanidades, y si el primero tenía el honor de
asistir a las reuniones del Congreso Nacional con máscara y capa, el
segundo se complacía en asistir a la UNAM con el atuendo característico
del luchador, que en México pasa por usar máscara y apostarla contra
cabellera.
Bull Santana se casó en el ring de la
Astropista, con los más grandes luchadores de 1985 como testigos, y la
ceremonia fue oficiada por un sacerdote insólito: Fray Tormenta. Se
llamaba Sergio Gutiérrez Benítez, y se había ordenado en la Orden de las
Escuelas Pías. Y no sólo eso, pues Fray Tormenta había estudiado
Teología en Roma y se había doctorado en Filosofía. Si luchaba era por
recaudar fondos para los orfanatos, donde hoy todavía trabaja, ya
retirado del ring.
¿Una excepción? En absoluto:
incluso Jesús, El Murciélago, Velásquez, era un filósofo con lecturas
sólidas. Y conste que era un rudo de aquéllos, que subía al ring
enmascarado y vestido de negro, y cuando alzaba los brazos, cientos de
murciélagos salían del interior y volaban chillando hacia el cielorraso o
lo alto de la carpa. Murciélago Velásquez decía en una entrevista que
admiraba al muralista Diego Rivera porque dijo que había comido carne
humana, ¡como él! Era famoso porque a Merced Gómez le arrancó un ojo en
el ring, y el Huracán me había contado que en realidad le había
arrancado los testículos ¡y que luego se los comió crudos! Pues este
señor era también un lector avisado, para quien Sócrates o Platón no
tenían demasiados misterios.
En México no hay varón
con las glándulas bien acomodadas que no quiera echarse un tiro con el
adversario o el amigo; es tierra de hombres recios, que evitan
insultarte y prefieren guardar silencio, pero si tu ofensa sube de
calibre, te despachan a la otra vida. Cuántas veces los actores de cine o
televisión que protagonizaban historias de luchadores, rechazaban el
doblaje y preferían aprender nociones del noble oficio y fajarse en
serio. Cómo no recordar, por ejemplo, el guion de La Fuerza del Amor,
escrito por el Dr. Rafael Olivera, El Árbitro, en el cual Eduardo Palomo
y Alfredo Adame se disputaban el amor de la bellísima Karen Sentíes y
se dieron un buen tiro y creo que hasta volaron fuera del ring. Ambos
eran actores, y muy cotizados, pero a la hora de la lucha libre
cambiaron de personalidad, y a la hora de ponerse máscaras, el primero
como El Títere y el segundo como El Sagrado, se volvieron dos fieras
sueltas.
Con los años, pude decantar la magnitud del
personaje y la atracción irresistible de su biografía, que me acercaba a
un país entrañablemente querido porque me brindó hospitalidad en el
exilio y en la diplomacia, me hizo conocer la realidad boliviana con una
lupa de 100 millones de aumento y al final desembocó en una sorpresa
maravillosa, pues el año 1999 los Estados Unidos Mexicanos me
condecoraron con el Águila Azteca, como testimonio de mi amor por su
país, un honor que me conmueve pues no es poca cosa ser un Caballero
Águila.
A veces llegaba a su casa para entrevistarlo
y tocaba el timbre. Por una rendija veía cómo se ponía la máscara sin
amarrarla a la nuca, sosteniéndola con una mano antes de abrir la
puerta; pero me reconocía y se la quitaba mientras me decía: “Ah, eres
tú, pinche Ramón…”, con una familiaridad que yo no había soñado jamás
tener nada menos que con un campeón mundial de lucha libre.
Fruto
de esas charlas es este libro que había quedado arrumbado entre los
proyectos de hace 20 años, pero el amor de Euly y de Karlita, las dos
flores que iluminaron la vida de Daniel García, pudo más que el olvido, y
entonces volvimos a la carga, para recuperar viejas grabaciones,
obtener nuevos testimonios y reconstruir la vida y memoria de este noble
señor, que parecía no matar ni una mosca, y sin embargo era un gran
luchador que dio gloria a México y al deporte de la lucha libre.
Reposado y tranquilo, me dio sin embargo una prueba de su fortaleza
física cuando ya tenía 60 años y, en un arranque de buen humor, me tomó
de las solapas, con mis 90 kilos de peso, y me alzó con una sola mano
como un metro por encima del piso.
Cierro los ojos y
vuelvo a escuchar su frase admonitoria: “Ya sabes lo que arrancó en el
ring Murciélago Velásquez, ¿eh? Como no escribas mi biografía, no vaya
yo a hacer lo mismo”.
El autor es Cronista de Cochabamba
Cortesía: www.lostiempos.com y Ramón Rocha Monroy
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