El Hijo del Santo se pasa al bando de los voceadores con quienes festejó el natalicio de El Enmáscarado de Plata
Para
alcanzar el éxito, de todos es sabido que se requiere de esfuerzo y
perseverancia; sin embargo, muchas veces olvidamos que eso no se logra
sin el apoyo y el trabajo de otros que están a nuestro alrededor, ya que
todo en esta vida es como una larga cadena y cada eslabón de esta
cadena tiene un trabajo importante que ejercer.
Un
empresario triunfador que está dedicado a la venta de autos no tendría
éxito sin la ayuda de ingenieros, diseñadores, mecánicos, secretarias y
vendedores. Un fabricante de muebles no alcanzaría el éxito sin tener en
su negocio carpinteros, ebanistas y tapiceros.
Así
mismo, periódicos con tanta tradición como son El Universal y El
Gráfico, no existirían sin el arduo trabajo de un gran equipo compuesto
por directores, editores, reporteros, fotógrafos, diseñadores y el
personal que hace funcionar las rotativas.
Es
muy importante la cabeza y el liderazgo; hasta aquí el producto está
terminado. Pero para que llegue a las manos de los millones de lectores
que diariamente los leen se requiere del trabajo de un gremio sumamente
importante y que es un eslabón primordial de esta industria editorial.
Me refiero al enorme trabajo de los voceadores.
Ellos
se encargan de distribuir los miles de ejemplares que llegan a sus
manos. Su trabajo necesita de mucho esfuerzo, la mayoría de ellos pasan
toda la noche despiertos o se levantan, literalmente, por la noche. Es
gracias a su labor que las publicaciones llegan a los puestos de
periódico y a las tiendas.
Sin
todos estos hombres y mujeres voceadores, yo (El Hijo de El Santo) no
tendría la oportunidad de ser leído por ¡ustedes! Por esa razón conviví y
partí con ellos el pastel con el que celebramos el natalicio número 97
de mi padre, Santo, El Enmascarado de Plata.
Ya estamos a 3 años de su centenario y prepararemos algo muy grande, así como lo fue él.
En
esta ocasión nos reunimos dentro de las instalaciones de El Universal,
pero muchas otras veces los he visitado en los expendios, en frías y
lluviosas madrugadas, para así conocer su trabajo y acompañarlos aunque
sea un rato, pues considero que todos ellos necesitan, de vez en vez,
sentirse apoyados.
Sé
que sus empresas y jefes los respaldan, pero esto es otra cosa. Esto
es una charla, un saludo, una foto, una pequeña convivencia en
agradecimiento a su trabajo y siempre me da mucho gusto visitarlos.
El
pasado martes 23 de septiembre pasé un agradable momento con algunos
incansables trabajadores, quienes tienen en su haber diferentes e
interesantes historias de vida y juntos son una gran familia.
Encabezados
por la señora Mary, como de cariño llaman ellos a la directora de El
Gráfico, nos reunimos. Yo estoy casi recién llegado al periódico y el
recibimiento ha sido muy bonito por parte de todos.
Les
conté un poco de mi historia y les hablé de mi padre. Les platiqué cómo
supe que era El Santo, cómo mis papás a su primer hijo que falleció, lo
tuvieron que sepultar en el patio de la casa de mi tío porque eran muy
pobres y humildes y no tenían para un pedazo de tierra en el panteón.
Recordar
estos pasajes, escuchar sus risas y ver cómo compartieron conmigo sus
andanzas en las calles fue algo muy significativo.
Me
hicieron favor de regalarme un overol y una gorra, como el que ellos
usan, y orgullosamente me los puse para la foto histórica e
irrepetible que nos tomamos.
A
veces no sé qué piensa la gente de un personaje como el nuestro, pero
quiero decirles que El Santo es el único súper héroe de historieta que
es de carne y hueso y que, igual que ustedes, sufrió muchas carencias.
Viene
de un mundo de esfuerzo diario, de trabajo. ¡Ah! y hay algo más que
tal vez tampoco sepan: yo también lucho diario y no precisamente en el
ring. Lo hago para sacar adelante a mi familia, a mis hijos, para yo
salir triunfante en esta vida. No crean que para mí las cosas son
fáciles, por eso me identifico tanto con los voceadores y con ustedes.
Muchas gracias por acompañarnos, pero sobre todo, gracias por el gran cariño que le demuestran a mi padre y a un servidor.
“El verdadero amor no es otra cosa que el deseo inevitable de ayudar al otro para que sea quien es”. Jorge Bucay.
Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin máscaras.
El Hijo del Santo