Hace varios años, durante el recreo, un grupo de niños,
debatíamos ferozmente sobre la identidad de La sombra vengadora (1954), después
de haber visto la antigua película mexicana en la televisión. En el filme no se
le daba crédito al actor y eso profundizaba aún más ese misterio. ¿Sería acaso
el protagonista Armando Silvestre? No podía ser porque, en el segundo filme del
género La sombra vengadora contra la mano negra (1954), negaba categóricamente
ser el heroico personaje. Alguno de los niños lanzó, como si tirara una moneda
a un estanque, el nombre del cantante Luís Aguilar, porque lo había visto en
películas similares como El correo del norte (1960) y La máscara de la muerte
(1960). La revelación improvisada nos satisfizo parcialmente, pero aún así no nos
quedamos del todo complacidos con la respuesta de nuestro agudo y atrevido
compañero de clase. Una vez adulto, esa incógnita, que me atormentó durante
muchos años, fue finalmente resuelta al saber que el personaje que interpretó a
La sombra fue un luchador de la época llamado Fernando Osés quien desempeñó una
ocupada carrera fílmica al haber protagonizado en numerosas ocasiones al
antagonista del Santo, el enmascarado de plata. El libro que pudo solucionar
esa angustia infantil fue publicado recientemente con el nombre de ¡Quiero ver
sangre! (historia ilustrada del cine de luchadores) (2011) escrito por Raul
Criollo, José Xavier Návar y Rafael Aviña, publicado por la UNAM en México.
¡Quiero ver sangre! incluye reseñas y fotografías de todas las películas de luchadores que se hicieron hasta la fecha en que se publicó el volumen. En ¡Quiero ver sangre! uno se entera de que el cine de luchadores se inició en 1952 con La bestia magnífica, de Chano Ureta, en el que aparecen Crox Alvarado, la bella Miroslava y el argentino Wolf Ruvinskis, y concluyó en 1981, año en que se realizó Santo contra el asesino de la televisión, la última película del pugilista de plata.
¿Por qué ¡Quiero ver sangre! es importante? Porque intenta defender a un género aparentemente indefendible, terriblemente demonizado en el medio fílmico. La crítica no cesó de vapulear a este tipo de cine, que, en épocas de crisis de la industria fílmica mexicana, resultó prácticamente ser el único material que produjo ganancias. Emilio García Riera, por ejemplo, en su Breve historia del cine mexicano (1897-1997), resumió lo que siempre se afirmó sobre las películas de luchadores que, a pesar de que había algunas excepciones que lograban exitosamente mezclar lo atlético con lo macabro, como fue el caso de Ladrón de cadáveres (1956) de Fernando Méndez, el género resultaba, a fin de cuentas, indigente y repetitivo.
Es verdad, en el cine de luchadores, hubo, en muchísimas ocasiones, el lugar común, combinado con el humorismo involuntario causado por la carencia de medios económicos para producir efectos especiales creíbles o una buena y correcta edición del filme. Eran películas tipo B sin mayor pretensión que la de divertir y producir algo de dinero. Sin embargo, el libro nos dice, dentro de esta aparente mediocridad, que se dieron películas que resultaron sobresalientes. Ya se ha mencionado Ladrón de cadáveres, algunas otras, que son de mis favoritas, sería la serie de Neutrón (Neutrón el enmascarado negro [1960], Los autómatas de la muerte [1960] y Neutrón contra el Dr. Caronte [1960]); también se encuentra la clásica Santo contra las mujeres vampiro (1962) (que ganó un premio en el festival de San Sebastián) y Santo y Blue Demon en el mundo de los muertos (1969), sobre todo esta última, debido a que la película tiene una interesante anotación al Infierno de Dante en donde Santo y Blue Demon (¿Dante y Virgilio?) caminan en la selva oscura para rescatar a una Beatriz del celuloide mexicano. Curiosa interpretación fílmica de los primeros cantos de La divina comedia con luchadores enmascarados.
El libro también revela que, en algunas ocasiones, se llegaron a realizar dos versiones del mismo filme. Una para toda la familia y otra para adultos con desnudos que se llegó a ver solamente en el extranjero. De hecho, existió una leyenda urbana en México que Santo había filmado una versión pornográfica de una de sus películas. ¿Cómo el ídolo de los niños se había atrevido a realizar esto? ¡Imposible! El libro relata la historia de El vampiro y el sexo (1968) en donde, por muchos años, se dijo que esta película no existía o que había sido destruida. Incluso uno de los actores, Aldo Monti, confesó que no recordaba si se había hecho tal filme. El actor tenía amnesia fílmica. Era verdad, se había realizado una versión para toda la familia titulada Santo en el tesoro de Drácula (1968), pero de El vampiro y el sexo había solamente especulación. La película, finalmente, fue rescatada por uno de los familiares del director, se restauró y se pasó por primera ocasión en La muestra internacional de cine de Guadalajara del 2011, en una sección dedicada a los vampiros, y curada por el director mexicano Guillermo del Toro. El misterio quedó resuelto, el filme existía y las bellas mujeres vampiro mexicanas efectivamente danzaban desnudas y sin complejos en la versión para adultos. Hubo, asimismo, otras menos conocidas, como la de Blue Demon y las invasoras (1968) en el que ocurre lo mismo que con El vampiro y el sexo. Sin embargo, hasta la fecha, sólo se conoce que existe una versión para adultos de las femmes fatales del espacio por los stills de publicidad.
¡Quiero ver sangre!, igualmente, se detiene a analizar temas tan divertidos como fue el doblaje de la voz en el cine. En la mayoría de las películas de luchadores la gente que portaba la máscara en la película se le doblaba la voz por la de otro actor. Esto ocurrió con Santo, Blue Demon, Mil máscaras, Huracán Ramírez, Tinieblas, La sombra vengadora, Rayo de Jalisco, El médico asesino, entre muchos otras de estas celebridades sin rostro. Solamente se les podía conocer su verdadera voz a los infatigables luchadores enmascarados en sus entrevistas por televisión. ¿Por qué ocurría esto? El libro infiere que un actor con máscara no podía representar las emociones requeridas en el filme. Por ello, la única manera de proyectarlas era a través de la voz. Por esa razón, se recurría a actores más experimentados para que doblaran a estos gladiadores de arena.
El libro contiene, en sus apéndices, una entrevista y una breve autobiografía de Santo. La conversación con el ídolo de las multitudes es respetuosa y educada. No como en otras, como fue en el caso de Elena Poniatowska, quien se mofó en más de una ocasión, de las expresiones coloquiales de Santo. Asimismo, un detalle que sobresale en la entrevista es una misteriosa película titulada Santo contra el doctor muerte (1973), en la que el luchador de plata la considera como la mejor que hizo en su carrera. Sin embargo, el libro no la menciona dentro de sus reseñas. Misterio.
El género de luchadores, al parecer, con el tiempo, se ha ido añejando como el vino y ha ido adquiriendo cada vez más un inusitado interés. Intelectuales mexicanos como Carlos Monsiváis, Luis Villoro y Enrique Krauze han hablado elogiosamente del género. Cineastas como Guillermo del Toro, Alejandro Lozano, Quentin Tarentino, Jared Hess y Robert Rodríguez han sido influidos por este tipo de filmes.
¿Qué se puede decir al final de esto? ¿Fueron buenas o malas estas películas? La respuesta, al parecer, la tuvo el público quien inundó en más de una ocasión las salas de los cines de segunda en México, en donde generalmente se exhibían. Cuando a Santo se le preguntó en el libro qué es lo que más le gustaba de filmar una película. El contestó, con emoción, casi como uno de sus aficionados infantiles: A mí lo que más me gusta es la acción…acción y más acción. Al verlas, efectivamente, nos agotábamos de tanto golpe, palo y porrazo que sufrían nuestros héroes y en donde discretamente también podíamos esbozar una ligera sonrisa. Lo cual no le hace ningún daño a nadie. ¿No cree usted?
Adaptación: IXMA Toys.
¡Quiero ver sangre! incluye reseñas y fotografías de todas las películas de luchadores que se hicieron hasta la fecha en que se publicó el volumen. En ¡Quiero ver sangre! uno se entera de que el cine de luchadores se inició en 1952 con La bestia magnífica, de Chano Ureta, en el que aparecen Crox Alvarado, la bella Miroslava y el argentino Wolf Ruvinskis, y concluyó en 1981, año en que se realizó Santo contra el asesino de la televisión, la última película del pugilista de plata.
¿Por qué ¡Quiero ver sangre! es importante? Porque intenta defender a un género aparentemente indefendible, terriblemente demonizado en el medio fílmico. La crítica no cesó de vapulear a este tipo de cine, que, en épocas de crisis de la industria fílmica mexicana, resultó prácticamente ser el único material que produjo ganancias. Emilio García Riera, por ejemplo, en su Breve historia del cine mexicano (1897-1997), resumió lo que siempre se afirmó sobre las películas de luchadores que, a pesar de que había algunas excepciones que lograban exitosamente mezclar lo atlético con lo macabro, como fue el caso de Ladrón de cadáveres (1956) de Fernando Méndez, el género resultaba, a fin de cuentas, indigente y repetitivo.
Es verdad, en el cine de luchadores, hubo, en muchísimas ocasiones, el lugar común, combinado con el humorismo involuntario causado por la carencia de medios económicos para producir efectos especiales creíbles o una buena y correcta edición del filme. Eran películas tipo B sin mayor pretensión que la de divertir y producir algo de dinero. Sin embargo, el libro nos dice, dentro de esta aparente mediocridad, que se dieron películas que resultaron sobresalientes. Ya se ha mencionado Ladrón de cadáveres, algunas otras, que son de mis favoritas, sería la serie de Neutrón (Neutrón el enmascarado negro [1960], Los autómatas de la muerte [1960] y Neutrón contra el Dr. Caronte [1960]); también se encuentra la clásica Santo contra las mujeres vampiro (1962) (que ganó un premio en el festival de San Sebastián) y Santo y Blue Demon en el mundo de los muertos (1969), sobre todo esta última, debido a que la película tiene una interesante anotación al Infierno de Dante en donde Santo y Blue Demon (¿Dante y Virgilio?) caminan en la selva oscura para rescatar a una Beatriz del celuloide mexicano. Curiosa interpretación fílmica de los primeros cantos de La divina comedia con luchadores enmascarados.
El libro también revela que, en algunas ocasiones, se llegaron a realizar dos versiones del mismo filme. Una para toda la familia y otra para adultos con desnudos que se llegó a ver solamente en el extranjero. De hecho, existió una leyenda urbana en México que Santo había filmado una versión pornográfica de una de sus películas. ¿Cómo el ídolo de los niños se había atrevido a realizar esto? ¡Imposible! El libro relata la historia de El vampiro y el sexo (1968) en donde, por muchos años, se dijo que esta película no existía o que había sido destruida. Incluso uno de los actores, Aldo Monti, confesó que no recordaba si se había hecho tal filme. El actor tenía amnesia fílmica. Era verdad, se había realizado una versión para toda la familia titulada Santo en el tesoro de Drácula (1968), pero de El vampiro y el sexo había solamente especulación. La película, finalmente, fue rescatada por uno de los familiares del director, se restauró y se pasó por primera ocasión en La muestra internacional de cine de Guadalajara del 2011, en una sección dedicada a los vampiros, y curada por el director mexicano Guillermo del Toro. El misterio quedó resuelto, el filme existía y las bellas mujeres vampiro mexicanas efectivamente danzaban desnudas y sin complejos en la versión para adultos. Hubo, asimismo, otras menos conocidas, como la de Blue Demon y las invasoras (1968) en el que ocurre lo mismo que con El vampiro y el sexo. Sin embargo, hasta la fecha, sólo se conoce que existe una versión para adultos de las femmes fatales del espacio por los stills de publicidad.
¡Quiero ver sangre!, igualmente, se detiene a analizar temas tan divertidos como fue el doblaje de la voz en el cine. En la mayoría de las películas de luchadores la gente que portaba la máscara en la película se le doblaba la voz por la de otro actor. Esto ocurrió con Santo, Blue Demon, Mil máscaras, Huracán Ramírez, Tinieblas, La sombra vengadora, Rayo de Jalisco, El médico asesino, entre muchos otras de estas celebridades sin rostro. Solamente se les podía conocer su verdadera voz a los infatigables luchadores enmascarados en sus entrevistas por televisión. ¿Por qué ocurría esto? El libro infiere que un actor con máscara no podía representar las emociones requeridas en el filme. Por ello, la única manera de proyectarlas era a través de la voz. Por esa razón, se recurría a actores más experimentados para que doblaran a estos gladiadores de arena.
El libro contiene, en sus apéndices, una entrevista y una breve autobiografía de Santo. La conversación con el ídolo de las multitudes es respetuosa y educada. No como en otras, como fue en el caso de Elena Poniatowska, quien se mofó en más de una ocasión, de las expresiones coloquiales de Santo. Asimismo, un detalle que sobresale en la entrevista es una misteriosa película titulada Santo contra el doctor muerte (1973), en la que el luchador de plata la considera como la mejor que hizo en su carrera. Sin embargo, el libro no la menciona dentro de sus reseñas. Misterio.
El género de luchadores, al parecer, con el tiempo, se ha ido añejando como el vino y ha ido adquiriendo cada vez más un inusitado interés. Intelectuales mexicanos como Carlos Monsiváis, Luis Villoro y Enrique Krauze han hablado elogiosamente del género. Cineastas como Guillermo del Toro, Alejandro Lozano, Quentin Tarentino, Jared Hess y Robert Rodríguez han sido influidos por este tipo de filmes.
¿Qué se puede decir al final de esto? ¿Fueron buenas o malas estas películas? La respuesta, al parecer, la tuvo el público quien inundó en más de una ocasión las salas de los cines de segunda en México, en donde generalmente se exhibían. Cuando a Santo se le preguntó en el libro qué es lo que más le gustaba de filmar una película. El contestó, con emoción, casi como uno de sus aficionados infantiles: A mí lo que más me gusta es la acción…acción y más acción. Al verlas, efectivamente, nos agotábamos de tanto golpe, palo y porrazo que sufrían nuestros héroes y en donde discretamente también podíamos esbozar una ligera sonrisa. Lo cual no le hace ningún daño a nadie. ¿No cree usted?
Adaptación: IXMA Toys.
Deseo agradecer públicamente a mi amigo Ismael de IXMA Toys,
por este interesante artículo y por el estupendo material videográfico que me
hizo el favor de enviarme.
Bruno Bernasconi
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