viernes, 27 de julio de 2018

76 años de El Santo


Ayer jueves, el personaje de El Santo cumplió un aniversario más de haber debutado aquel domingo 26 de julio de 1942. 
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Ese día cambió radicalmente la vida personal y deportiva de mi padre, Rodolfo Guzmán Huerta, El Enmascarado de Plata,  un hombre sumamente trabajador que siempre creyó en sus sueños y que a pesar de que se encontró con muchos obstáculos, tuvo la inteligencia y el valor para superarlos.  
El ejemplo que mi padre  dio a sus hijos fue intachable. A mí me enseñó a  respetar la vida, a Dios, a la naturaleza, a mis semejantes, a las mujeres, a los ancianos y, sobre todo, a  mi profesión y mi  máscara. 
Cuando lo acompañaba a realizar sus compras en el centro de la Ciudad de México, observaba todo lo que él hacía.  Me gustaba caminar a su lado y comprar un helado en alguna esquina, ver su generosidad cuando compartía una moneda con algún limosnero o con los organilleros y me causaba curiosidad ver cómo pasaba desapercibido entre la gente. Entonces yo me preguntaba:   Si supieran que mi papá es El Santo, ¿todos le pedirían un autógrafo? 
Así, observando su actitud, aprendí que en esos momentos en que no llevaba puesta su máscara plateada en el rostro era una persona común,   igual que todos aquellos que pasaban a nuestro lado. 
Nadie, absolutamente nadie,  se imaginaba que ese hombre vestido con ropa sport, gorra y lentes oscuros era el famoso Enmascarado de Plata. 
De la misma manera sucedía cuando lo acompañaba a eventos o a las luchas, pero ahora ya no era ese señor introvertido y callado. Ahora era El Santo, ese luchador que jamás se quitaba la máscara  una vez que se la ponía, que era asediado por multitudes, admirado por las mujeres, que era amable con la prensa y con sus admiradores, que era platicador y extrovertido.  
Con el paso del tiempo comprendí y aprendí cómo mi padre logró vivir en armonía con sus  dos personalidades y cómo disfrutaba ambas.
Le daba su lugar a El Santo, cuando era El Santo y también a Rodolfo cuando era Rodolfo, algo complicado, ¿no creen?
Sea como sea, yo me quedo con el ser humano, con ese papá exigente y cariñoso; con el esposo amoroso y responsable, con el hombre perseverante, profesional y educado, quien dio vida a El Santo. 
Así que hoy,  a 76 años de su existencia, podría decirles que El Santo le debe mucho o tal vez todo a mi querido padre Rodolfo Guzmán Huerta. 
Pero eso sería  injusto con El Santo, ya que esta máscara y personaje le dieron a Rodolfo Guzmán fama y fortuna, así como un privilegiado lugar en el mundo de la lucha libre, del cine,  de la historieta  y,  en general,  en el espectáculo.  Así que para no entrar en polémica, hoy felicito a los dos. 
“Los hombres pueden morir, las leyendas son eternas”  
Nos leemos la próxima semana, para que hablemos sin máscaras.
El Hijo del Santo

Cortesía: http://www.elgrafico.mx

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