El pasado 19 de abril se recordó en el panteón Jardín, en su aniversario 50, a nuestro inolvidable Javier Solís y asistí con enorme gusto a la misa para acompañar a su hijo y mi querido amigo, Gabriel Solís.
Muchas veces le pregunté en vida a mi padre sobre varios temas y hoy comparto con ustedes lo que un día me dijo respecto a su bella y sincera amistad con el cantante de Sombras nada más.
HDS: ¿Cómo y cuándo se conocieron Javier Solís y tú?
Santo: “Bueno hijo, mi estimado e inolvidable amigo Gabriel Siria Levario, mejor conocido como Javier Solís, y yo, nos conocimos en 1959 en esas extensas giras que se realizaban por la República mexicana y el extranjero. Nuestra verdadera amistad surgió en 1963 en un viaje a Nueva York, en el Teatro Puerto Rico, situado en el área metropolitana en donde alternamos Javier Solís, La Prieta Linda y El Santo, con mariachis y grupos musicales.
“Fueron siete días de convivencia y por las tardes salíamos a caminar por las avenidas de esa bella ciudad, hacíamos compras, comíamos y compartíamos momentos divertidos. Nos gustaba pasar con un pintor español que tenía un puesto en la Quinta Avenida; ahí exponía sus cuadros, los vendía e invitaba a la gente a pintar sobre un cartoncillo que giraba impulsado por un motor sobre una mesa. Era amigo de Fernando Oses, quien viajaba conmigo.
”Javier, Fernando y yo teníamos que poner los diferentes colores sobre el cartón, al mismo tiempo que éste daba vueltas para formar figuras y formas psicodélicas. También nos gustaba salir a cenar y no faltaba quien le pedía a Javier que cantara una estrofa de Sombras, Payaso, Renunciación o cualquiera de sus exitosas canciones. Él, siempre amable, cantaba; si alguien conseguía una guitarra, aquello se convertía en bohemia”.
HDS: ¿Papá, es verdad que ustedes grabaron un disco?
Santo: Oficialmente no fue un disco. Una de esas noches, después de cenar, yo me uní a él para cantar juntos En mi viejo San Juan y otras melodías; un periodista, amigo de él que llevaba una grabadora, nos pidió autorización para grabar nuestras voces juntas. Nosotros accedimos, ya que obviamente no era para comercializarlo y esa grabación ha de andar por ahí o tal vez la borraron. Creo que de ahí fue que surgió ese rumor.
“Javier y yo nos hicimos muy buenos amigos y él siempre tenía la amabilidad de mandarle a tu mamá sus más recientes discos, ya que sabía que a ella le gustaba mucho su voz y canciones. Después tu mamá me pidió que se los autografiara y él amablemente siempre se los mandaba dedicados para Maruca”.
HDS: ¿Este sombrero te lo regalo él?
Santo: Sí, bueno más bien fue un intercambio que hicimos por la admiración mutua que nos teníamos; él me dio este sombrero y yo a cambio le compartí una máscara autografiada.
HDS: ¿Por qué no fuiste a su sepelio?
Santo: Sinceramente no sé y siempre me arrepentí de no haber ido a su entierro ese 19 de abril de 1966, a pesar de que tu mamá me insistió mucho para que fuera a despedir a mi querido amigo. En ese momento mis argumentos me parecían válidos; me sentía entre la espada y la pared, ya que pensaba que si me presentaba sin máscara algún periodista podía tomar una fotografía de mi rostro y podría publicarla posteriormente. La otra opción era asistir como El Santo; sin embargo, pensaba que podrían tomarlo a mal, diciendo que sólo iba al sepelio para hacerme publicidad, en un momento tan doloroso, a costillas de Javier Solís.
“Así que resignado y triste decidí no ir a su entierro. Debo confesar que siempre me lo reproché, fue una lección de vida para mí”.
Gracias a este tipo de anécdotas que mi padre compartía conmigo yo entendí que jamás debemos hacer suposiciones y que no nos debe importar la opinión de los demás y mucho menos el qué dirán.
Mi padre me enseñó a hacer siempre todo aquello que me hace feliz sin importar el qué dirán, ya que es algo normal que la gente juzgue a sus semejantes sin saber las verdaderas razones de sus actos.
Hoy, a 50 años de su partida, puedo decirles que Javier Solís es un inmortal en la música y el cine.
Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin máscaras.
El Hijo del Santo
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