viernes, 15 de abril de 2016

Alto al fraude



La cárcel debe ser el destino de quienes pagan para que haya clones de luchadores y artistas 





La falta de honestidad, respeto y responsabilidad hacia el público es la raíz de la suplantación, clonación y usurpación de los personajes dentro de la lucha libre y el ambiente artístico en general.

Sin ética profesional muchos pseudo empresarios, en ocasiones solapados por las autoridades, abusan de la necesidad económica e ignorancia de quienes se prestan al fraude, engañando a un público noble al ponerse una máscara o un nombre que no es de su propiedad.

Este delito tiene que ser castigado con todo el peso de la ley.  Lamentablemente, esto no es nuevo. Ejemplos existen muchos, desde la época de mi padre El Santo, quien fue suplantando infinidad de veces,  incluso en Japón,  y la solución fue la cárcel para los impostores; siguieron casos como los clones de Máscara Sagrada, La Parka, Místico, etc.

El caso más reciente sucedió en los rumbos de Pantitlán, cuando en una firma de autógrafos de un supuesto Octagón Jr. se presentó el Octagón original a reclamar.

Evidentemente,  aplaudí el hecho de que Octagón hubiese ido personalmente a decirle que no se dejara engañar y que no se prestara a fraudes.

Claro que no apoyo la violencia. Afortunadamente el rey de los ocho ángulos, según se aprecia en el video, llegó en buen plan y en buen tono se lo dijo; jamás vi que lo ofendiera ni con la palabra.

Es importante destacar que yo vi a un luchador dirigiéndose a otro luchador y si estás en este negocio de lucha libre, lo menos que puedes esperar es un raquetazo, mismo que no le dio.

VIEJA Y MALA COSTUMBRE. La realidad es que este tema no es nuevo, mi padre sufrió este problema. En  los años 70,  en Japón  había un supuesto Santo y era nada más y nada menos que Felipe Ham Lee, quien tiempo después, irónicamente, fue comisionado de la H. Comisión de Lucha Libre del Distrito Federal. ¡Imagínese usted!

Otro caso fue el del fisicoculturista Héctor Pliego,  quien fue contratado por José G. Cruz para que interpretara el personaje de El Santo en la famosísima historieta que llevaba su nombre,  de la que también El Enmascarado de Plata era dueño, asunto que terminó en tribunales y que ganó mi padre.

La culpa no la tienen los luchadores que, por unos centavos o cinco minutos de fama, se prestan a estos fraudes. La culpa y los verdaderos responsables, estoy convencido, son los que pagan por este ilícito y,  por otro lado, la autoridad que no pone mano dura sobre estas personas.

Yo me he tardado seis años en un juicio estúpido en el que  se me trató de desconocer e impugnar mi nombre como El Hijo del Santo o El Santo, que tengo registrado desde hace muchos años —desde que vivía él—  y que además he demostrado tener la propiedad con base en  trabajo, aunado a que  los videos no mienten.

A mí me costó el doble porque tuve que luchar contra las comparaciones y las críticas, muy distinto a lo que algunos dicen: “Se colgó de la fama de su padre”. No saben lo que dicen. La ley me dio la razón, jurídicamente me defendí y mis abogados lograron el fallo a mi favor; tardado,  pero se logró.

Yo creo que la cárcel debe de ser para los que contratan a los luchadores y que estos no se presten a estos fraudes o también serán cómplices.

Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin máscaras.

El Hijo del Santo

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