El Hijo de El Santo se ha reunido con los herederos de varias celebridades que no cuentan con apoyos para crear un museo a pesar de que fueron admirados por millones de personas
Estimados amigos: Hoy tocaré un tema en el que seguramente ustedes
estarán de acuerdo conmigo. Lo haré con palabras de mi padre, a quien en
una ocasión, en la Universidad, le propuse que hiciéramos muñecos de
acción con su imagen y con un tono de resignación me dijo: “¡Ay mano, si
yo hubiera sido norteamericano mi personaje superaría al de Supermán!”.
En ese momento no comprendí su comentario, sólo le pregunté por qué
decía eso y me comentó: “Mira, yo he creado un personaje con el cual
puedes platicar, al que puedes ir a ver luchar en una arena y a quien
puedes pedirle un autógrafo si lo encuentras en la calle. Supermán no
camina por las calles, ¿verdad? Sólo en sus películas”.
Después de tantos años entiendo totalmente a mi padre, al decir que
su personaje estaba desperdiciado porque no recibía el total apoyo para
hacerlo más grande y porque siempre apoyaba a las autoridades y éstas
únicamente le daban las gracias.
Así mismo, en nuestro país se les brindan más oportunidades a los
extranjeros que al talento mexicano. Ahora lo vivo y siento en carne
propia, ya que durante más de 15 años he tocado puertas ante los
gobiernos de mi país para montar lo que podría ser el museo o la casa de
El Santo, porque quiero compartir con todos ustedes sus objetos
personales, su ropa, agendas, máscaras, capas, guiones originales.
Bueno, hasta conservo sus rastrillos, plumas y un sinnúmero de cosas que estoy seguro disfrutarían mucho.
Lo más que hemos logrado mi productora y yo con el incondicional
apoyo del Museo de Cera, que finalmente es de ellos, es que la figura de
mi padre esté presente en este recinto. También logramos montar
exposiciones itinerantes en diferentes espacios de nuestro país y del
extranjero, que sinceramente han sido todo un éxito.
En el Distrito Federal expusimos en la Biblioteca José Vasconcelos y
en el Palacio de Correos de México cuando lanzaron el timbre
conmemorativo de él y mío, en el Centro Cultural de Santo Domingo, y lo
logramos sólo con el apoyo de los delegados o directores de los
espacios, mas no por el gobierno de la ciudad de México y mucho menos
por el gobierno federal.
Un claro ejemplo es la estatua que está en las calles de Jesús
Carranza y Gorostiza, la cual pagué con mi dinero y el espacio me lo
cedió la delegación, que por cierto hasta hoy no he logrado que me
entreguen el comprobante de que es de mi propiedad.
El caso es que lamentablemente no tengo el presupuesto para montar
un museo digno para mi padre y me conformo con tenerlo de manera privada
porque yo he invertido mi tiempo, esfuerzo y dinero; por lo tanto, me
pertenece.
Con nuestro trabajo hemos logrado exponer en el Festival Cervantino
de Guanajuato y en otros estados de la República mexicana con enorme
éxito, pero siempre ha sido gracias a nuestra iniciativa y al apoyo de
algunos amigos personales.
También logramos viajar a Perú y a Colombia, países en los que los
admiradores de mi padre se volcaron para ver los objetos más
representativos del personaje con el que crecieron, leyendo sus
historietas y también emocionándose con sus películas.
De manera personal me he reunido con los hijos de Cantinflas, Lola
Beltrán, Pedro Infante, Javier Solís, Tin Tán y Olga Guillot, para ver
si juntos podríamos lograr algo, pues todos conservamos vestuario,
sombreros, guitarras, trajes e innumerables objetos de nuestros
respectivos padres, porque increíblemente ninguna autoridad ni el
Conaculta nos ha tomado en cuenta.
Así que entiendo la postura de Mario Moreno Ivanova, quien está en
pláticas con el Instituto Smithsoniano, que es el complejo de museos más
importante de Estados Unidos, con el cual quiere vender la colección de
artículos de Cantinflas.
Es triste que en otros países le den más facilidades y apoyo que en
México; será criticado o apoyado por algunos, pero la realidad es que
tiene, igual que algunos otros herederos de grandes de México como yo,
artículos muy valiosos reconocidos internacionalmente y que deben ser
expuestos como se merece.
Mario ha recurrido, igual que yo, con autoridades de cultura y
gobierno sin obtener una respuesta. Es triste, pero es una realidad;
sin embargo, seguiré intentando hasta lograrlo. Y si no es con el
gobierno, entonces será con la iniciativa privada.
Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin máscaras.
EL HIJO DEL SANTO
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