El Hijo de El Santo recuerda la dolorosa pérdida de una persona trascendental en su vida
Estimados y muy queridos amigos de El Gráfico: Como cada viernes es
un gusto poder estar en contacto con ustedes por éste, el diario más
leído de México.
El pasado martes, leyendo las respuestas de Lulú Petite a mis
comentarios, me di cuenta de que es una mujer muy sensible y lo que
aseguró de mi persona me llevó a la reflexión; por ejemplo, dice que
desde chiquito me tocó andar en el huateque, convivir con la pura crema y
nata y conocer a personalidades de la vida pública.
También afirma que habiendo debutado tan joven como profesional
tengo ya muchos años siendo el “alma de la fiesta” y de estar entre
reflectores.
En su gran mayoría son verdad los comentarios que esta bella dama
hace de mí. Pareciera que nos conocemos de muchos años y lo que también
es verdad es que bajo mi máscara, al igual que la de mi padre, hay un
ser humano que vive una vida normal: va al médico, paga tenencia y
colegiaturas y, lo más importante, tiene una vida llena de historias de
todo tipo que tal vez ni se imaginan.
Este pensamiento se acentuó más esta semana, porque justo el día 10
de junio mi madre, María de los Ángeles o Maruca, como de cariño la
llamaba mi papá, cumplió 34 años de haber fallecido a causa de un mal
hepático que no logró superar.
En aquellos años era muy jovencito y si en ese momento algo me
hacía falta era mi mamá. Tal vez Lulú Petite ni muchos de ustedes
sabían esto; sin embargo, la verdad es que fue un dolor muy fuerte para
mí.
Yo era estudiante y aunque mi madre ya tenía un largo tiempo
enferma, no me acostumbraba a no tener su presencia a mi lado y mucho
menos a verla sufrir como la vi.
Después, por soledad tal vez, como dice mi hermana Yoly, me casé
creyendo que estaba muy enamorado. A esa edad es difícil saber qué y
cuál es el verdadero amor; sin embargo, lo hice y no duré ni siete años
casado para de ahí vivir un divorcio necesario que fue una verdadera
porquería.
Aunque al final la sentencia salió a mi favor, nadie me quita los
malos momentos que por muchos años pasé mientras duró este proceso
judicial, ya que fui chantajeado, difamado, saqueado, despojado de mis
hijos, a pesar de que el DIF (ahí tengo todos los documentos, por
cierto), me trató de apoyar hasta el último momento.
No me estoy quejando, no soy ese tipo de persona, pero les digo
esto para que ustedes, por un momento, vean que ser hijo de Rodolfo
Guzmán, de Santo, El Enmascarado de Plata, no ha sido todo en mi vida y
que a pesar de que a través de mi máscara no se alcance a ver, hay un
ser humano como ustedes que ha pasado y vivido, además de los grandes
éxitos, por muchas otras cosas.
Así que quiero que sepan que hace años viví uno de los días más
tristes de mi existencia, porque la mujer más bella e importante en mi
vida dejó de existir, dejando un profundo dolor en mi corazón.
Ella fue un ángel para mi papá y fue la mejor mamá que pude haber
tenido. Gracias a su amor, ejemplo y educación soy lo que soy ahora.
Jamás olvidaré los increíbles momentos que viví junto a ella y hoy
quiero dejar en esta página plasmado un mensaje para ella, como si
pudiera leerlo: Gracias, mamá, por haberme dado la vida. Te amo, te
extraño y te recuerdo con profundo amor. Sé que eres el ángel que Dios
me envía cada mañana al despertar para que me cuide minuto a minuto.
Así que si aún tienen madre, cuídenla. A Lulú Petite espero verla
con antifaz y yo con mi preciada máscara y le digo: no todo lo que
brilla es oro ni plata.
Nos leemos la próxima semana para que hablemos sin máscaras.
EL HIJO DEL SANTO
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