martes, 22 de enero de 2019

El Santo somos todos






Imposible vaticinar, a partir de aquel 26 de abril de 1940, en lo que el luchador llamado El Santo, se habría de convertir: Representante de la cultura mexicana, icono pop, figura multimedia, etc.
Sin proponérselo, luego llegó a la categoría de superhéroe, nuestro superhéroe, nuestro Superman, pero ¿Por qué? ¿Cuándo? ¿Cómo? Y más importante: ¿Cuáles son las razones por las que nos atrae, nos representa?
Francamente y a pesar de la popularidad de la lucha libre ya en los tiempos que inició El Santo, ser un luchador más entre el buen roster que ya había al inicio de la década de los 40 no parecía ser el camino hacia el Olimpo, pero resultó que El Santo era más que bueno en su negocio y, una vez cambiado al bando de los técnicos, despegó. Sin duda el nombre también le ayudó a tener una aceptación mediática.
Primero su imagen fue elevada por la historieta Santo, el Enmascarado de Plata, creada por José G. Cruz en los años 50. A final de esa década fue invitado al cine y le crearon guiones exprofeso; Santo Vs el Cerebro del Mal fue la primera de más de 50 cintas.
Sí, sí, ¿pero por qué pegó con tubo? En la capital del país se dieron los fenómenos de vasta migración desde el interior del país y por ello se aceleró la urbanización, ese hecho dio cabida a un sincretismo entre tradición y modernidad; en ese contexto, los iconos clásicos o tradicionales como "el charro" y "el mariachi", perdieron terreno.
En los años 50 la serie B y la sci fi explotaron gracias al fantasma de la guerra fría, que parecía sempiterno; en ese "México moderno" lo del Santo en el cine fue bien pensado, el contexto permitió una aceptación de temas fantásticos, de extraterrestres, vampiros y espías; así, El Santo era también nuestro James Bond, en traje dandy y toda la cosa que peleaba por igual contra grupos delictivos que contra marcianos y brujas, un mundo en el que se desenvolvió a través del celuloide y sedujo a las audiencias.
Cámara, ¿pero por qué nos sedujo? ¿Cómo es que lo convertimos en mito? Al Santo lo miramos como a todos los héroes de novela, de cuento, de película. etc., según el arquetipo de Jung. Lo que hace único al "Enmascarado de Plata" es que, a diferencia de SpidermanWolverineIron Man o nuestro héroe favorito (el mío es Daredevil), es que fue un cabrón de carne y hueso. Nadie nunca logró dar ese salto cuántico de llevar la frontera entre ficción y realidad. Además, el personaje vivió más allá de la persona que portaba la máscara, es decir, hizo lo propio para la construcción del mito.
Justo la máscara juega un papel fundamental en la apropiación que hacemos del icono: Significa misterio y una personalidad alterna con la que se puede ir más alá de lo mundano y que no cubre, no evade, sino transforma y permite lanzarse a un imaginario evidentemente seductor de masas. En la ausencia de rostro estamos todos.
El portador de la máscara representa lo que todo héroe representa: Nuestros anhelos, valores, motivaciones y sobre todo nuestro entendimiento y diferenciación entre el bien y el mal.
Es de esa forma en que conferimos al Santo ese poder, elaboramos un contrato con la ficción para que él sea el que vea por nosotros y sea nuestro estandarte, porque la idiosincrasia es más cercana que la que pudiéramos tener con otros héroes, aunque todos compartan valores universales, como son miedos, inseguridades, deseos y sentimientos; situaciones, emociones que no se pueden reprimir, que nos integran, que definen nuestra humanidad. Por eso nos gustan los superhéroes, pues.
El Santo lucha por la justicia, si bien no necesariamente social, (los vampiros quieren nuestra sangre, no subirnos el precio del gas) su lucha simboliza humildad, esto es, deja fuera su ego en términos de lo que a él le conviene por la búsqueda de un bien mayor.
El luchador fue tan eficaz en la construcción de él mismo en ese juego de ambigüedad entre la ficción y la realidad, que creó un terreno fértil para la aceptación del rito y claro, logró interesar con la suficiencia para no tener únicamente una audiencia pasiva, sino volvernos partícipes de ese universo.
Lo anterior posibilita la formación de un culto, que conlleva la mitificación del personaje y crea un referente iconográfico para un mercado de consumo en el que le entramos todos ¿De qué figura se venden muñequitos de plástico de a 5 pesos en un mercado de colonia popular y también ropa a precio desmedido en una tienda en la Condesa? ¿A quién le rendían culto los europeos en los años del surrealismo?
El Santo, el mito moderno, es nuestro actuar moral por el bien común; es el ser que vence primero el conflicto personal, como cualquier héroe, quien por muy súper que sea, enfrenta retos cotidianos, tal como nosotros, y luego derrota la adversidad mayor, esa que significa una hazaña no alcanzable por el resto de los mortales, pero en la que nos vemos reflejados y cuya conclusión positiva nos trae satisfactores.
Nuestro superhéroe es un agente de resiliencia cuyo éxito radicó en ser un ciudadano común, nacido en Tulancingo y migrante a la capital que, al pelear con seres sobrenaturales, paradójicamente expone nuestra naturaleza, la de levantarnos diariamente en el mundo fáctico y pelear contra las adversidades cotidianas, sin importar género, procedencia, clase ni nada.
Cortesía: http://www.excelsior.com.mx y Edson Alemán Real

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