sábado, 25 de agosto de 2018

Los siete pecados de la lucha libre mexicana V — Desnudistas y bailarines


La lujuria es el deseo y actividad sexual exacerbados, pero también el exceso o abundancia de cosas que estimulan o excitan los sentidos. Así que, no siempre la lujuria conduce al acto sexual, pero sí al disfrute por medio de la vista, el tacto, el oído, el olfato, y el gusto.




En el mundo de la lucha libre mexicana la explotación de la lujuria llegó de la mano del boom de las transmisiones del wrestling norteamericano. No significa que antes no hubiese elementos que apelaran al morbo, todos estamos conscientes que los hombres que se enfrentan sobre el cuadrilátero lo hacen apenas cubriéndose con un calzón y sus botas y que las edecanes o anunciadoras realizan su trabajo en un diminuto traje de baño.
Pero nuestra sociedad hasta los años 80’s del siglo XX, continuaba siendo muy conservadora. Las arenas de lucha libre en los años 50’s, 60’s y 70’s, eran lugares visitados por adultos y casi en su mayoría hombres. Estar en un lugar donde se exponía abiertamente la sangre y se gritaban improperios al por mayor, no era un lugar al que los padres quisieran llevar a sus familias.
El Regente del Departamento del D.F., Ernesto. P. Uruchurtu se encargó por 14 años (para bien o para mal) de mantener la moral en el Distrito Federal, aunque llegó a absurdos tan grandes como desterrar la lucha libre femenil de las arenas de la capital del país.
En los 90’s la famosa The Attitude Era en WWF tuvo tal éxito comercial, que algunos promotores en México comenzaron a copiar argumentos, personajes, y toda la parafernalia que rodeaba al “entretenimiento deportivo” y que poco tenía que ver con la lucha libre.
Goldust fue en sus inicios un personaje sumamente sexuado, con inclinaciones homoéroticas que en aquel entonces, incluso en un supuesto país liberal como Estados Unidos, era visto como algo raro, perverso, pero no necesariamente indeseable para algunos, pues tenía aceptación.
Personajes como este dieron un matiz diferente a los llamados exóticos en la lucha libre mexicana. Desde los años 40’s, había personajes afeminados aunque no necesariamente homosexuales; pero con la lucha por los derechos de los homosexuales, muchos de los exóticos comenzaron a declarar y mostrar abiertamente sus inclinaciones sexuales y tomaron los cuadriláteros como “plataforma social”, sin importar los derechos del público.
Los besos, el manoseo, la exposición de las partes pudendas del cuerpo y demás actos ajenos a la lucha libre, comenzaron a ser explotados por los promotores haciendo permisible una conducta que, sin importar la orientación sexual, corresponde al ámbito de lo privado. En palabras llanas y simples del maestro Navarro.
Y es que, la cuestión no es contra los homosexuales, sino contra la vulgaridad y la obscenidad en donde no corresponde. Pongamos de ejemplo a los desnudistas. El  striptease o desnudismo masculino existe desde los años 70’s en varios países de “primer mundo”, en México se fue introduciendo primero como un negocio ilegal, pero como en nuestro país el dinero dignifica, pronto se convirtió en un negocio lícito, que hasta podía ser promocionado en los horarios familiares por televisión.
La batalla por la igualdad de género ha sido igual de malentendida que la lucha por la diversidad, pareciera que la consigna es “si los hombres son lujuriosos, infieles, promiscuos, y descarados ¿por qué las mujeres no podemos denigrarnos a su nivel?”. Pero aún considerando que, si existen lugares para ver féminas desnudas lo justo es que existan lugares para ver varones desnudándose, un recinto para la lucha libre no es ese lugar.
La introducción de estos personajes en la lucha libre comenzó con “inocentes” bailes, por lo cual se les bautizó como “bailarines”.
Cuando una conducta inapropiada no se elimina inmediatamente tiende a ser copiada e incrementarse tanto en cantidad como en intensidad, y rápidamente se pasó de los bailarines en solitario, a interactuar con el público.
La desnudes también se hizo pasar por accidente, uno que ocurre muy seguido y por los mismos elementos de cada empresa.
“Accidentes” de los que tardan en recuperarse por varios minutos y a los que se prestan compañeros y aplauden grupúsculos de pseudo-aficionados a la lucha libre.
Hasta aquí nuestra reflexión sobre los pecados de la lucha libre, que bien podría llamarse “Por qué ya no asisto a las arenas”, ya que nunca se sabe si tendremos que pagar el equivalente al salario mínimo de tres o cuatro días para ver lucha libre y terminaremos en un espectáculo de desnudistas y bailarines.
Cortesía: https://superluchas.com

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