¡México, una nación novelera! Qué vamos a hacer si así es nuestra condición. Una sociedad sin héroes es una sociedad sin esperanza. Y estas palabras no son para campaña política.
Normalmente, siempre que se habla de superhéroes, todos pensamos en Batman, Superman, hoy en el Capitán América, Spiderman, los Cuatro Fantásticos, la Mujer Maravilla y muchos otros. Pero no muchos se hacen una pregunta muy importante: ¿Y qué onda con los superhéroes mexicanos?
Los pasados sismos del mes de septiembre en México hicieron que pasara desapercibido el Centenario del nacimiento de un gran héroe mexicano, real, de carne y hueso y sin súper poderes.
Su nombre artístico o de batalla era: El Santo. Su nombre real fue Rodolfo Guzmán Huerta (Tulancingo, Hidalgo, México; 23 de septiembre de 1917-Ciudad de México, 5 de febrero de 1984) el ícono más importante de la lucha libre mexicana, que cumplió cien años de su nacimiento.
Con el sobrenombre del Enmascarado de Plata, es uno de los luchadores más famosos de México y el mundo, y uno de los iconos en la cultura mexicana del siglo XX.
En palabras de Carlos Monsiváis, El Santo fue “el rito de la pobreza, de los consuelos peleoneros dentro del gran desconsuelo que es la vida, la mezcla exacta de tragedia clásica, circo, deporte olímpico, comedia, teatro de variedad y catarsis laboral”.
Se fue creando su novela, su mito. Como luchador peleó de 1942 a 1982, periodo de cuatro décadas en el que nunca fue desenmascarado, aunque había luchado desde mediados de los años 1930 bajo distintos nombres, es, sin duda, una vida de película.
Su cuerpo físicamente cumplía los cánones de la época. Tenía estatura mediana 1.68 metros, pesaba 95 kilogramos, de complexión fuerte, no de músculos marcados como ahora es la preocupación y falleció de 66 años. Claro que comparado con otros héroes de esa época como Johnny Weissmüller, el Tarzán más popular, que medía 1.98, era excelente nadador y realizó tan solo 12 películas, comparado, el Santo resultaba “chaparrito cuerpo de uva”.
El Santo fue considerado un superhéroe para miles de niños, aficionados de la lucha libre, sobre todo en los años 50. Personaje de gran arrastre popular y notable campeón de lucha libre, Santo, El Enmascarado de Plata, de quien se dice participó en más de 15 mil combates, protagonizó más de 50 películas y se convirtió en el líder de taquilla en los años 1960 cuando la época dorada de nuestro cine había quedado atrás.
En la Casa de la Cultura de Puebla se encuentra la exposición que presenta la muestra 100 años. Santo, el enmascarado de plata, integrada por 201 piezas entre, fotografías, capas, máscaras, portadas de historietas y otros artículos, que dan cuenta de la vida cotidiana y fama del luchador mexicano.
A partir de la colección particular del Hijo del Santo, los visitantes podrán conocer momentos tanto de la vida pública como privada del icono mexicano de la lucha libre. Se pueden ver los testimonios de su papel como padre amoroso, su devoción por la Virgen de Guadalupe, cuando aplicaba castigos a sus adversarios sobre el cuadrilátero, conviviendo en el set de grabación con el equipo de producción, y atendiendo a sus admiradores.
Es reconocido porque acompañó por décadas a generaciones de mexicanos, quienes se identificaron con él por ser un símbolo de la lucha del bien contra el mal, y porque nunca se rindió ante los peligros, retos y desafíos. Su poder no se basaba en lanzar rayos láser por los ojos o volar, era más que nada gran habilidad en técnicas de lucha y con una gran valentía.
Otra faceta destacada es apreciar al Santo compartiendo con actrices y actores que llegarían a ser figuras reconocidas, como Lorena Velázquez, el payaso Bozo, José René Ruiz Martínez Tun tun, María Eugenia San Marín, Irma Serrano, Alberto El Caballo Rojas, Anel, Rossy Mendoza y Edaena Ruiz, así como sus encuentros con figuras de la televisión, entre ellas Jacobo Zabludovsky y Paco Malgesto.
El legendario luchador es uno de los referentes del imaginario popular mexicano. Su intachable reputación sobre el cuadrilátero, sus cualidades humanas y morales, así como su éxito como estrella de cine lo convirtieron en un hito cultural, como un hombre con gran versatilidad que provocó un fenómeno popular indiscutible, al grado de despertar un sentimiento de orgullo nacional.
Con esta exposición, el público recuerda a este ídolo, mientras que nuevas generaciones se acercan, probablemente por primera vez, al famoso héroe popular que pasó del deporte a ser un protagonista de historietas, películas y programas de televisión.
La museógrafa Gina Cruz tomó como referencia el libro Santo, El enmascarado de plata. Imágenes, editado por la Dirección General de Publicaciones de Conaculta en 2009, un álbum de fotografías captadas por Lydia Gabriela Olivares Celis.
En las imágenes expuestas en la muestra, se revelan facetas poco conocidas del icono mexicano y aficiones como su gusto por los toros, su asistencia a partidos de béisbol, rezando cerca de una cruz, colocando un árbol de Navidad, en bata en el baño, observando la portada de un disco de The Beatles, visitando la casa de Pancho Villa en Chihuahua, y tocando la guitarra.
Su popularidad lo volvió historieta: El Santo, El Enmascarado de Plata ¡Una aventura atómica! La exhibición 100 años. Santo, el enmascarado de plata, se integra también del cartel original diseñado para el lanzamiento de la historieta Santo. El Enmascarado de Plata. En una vitrina se pueden ver 16 portadas e ilustraciones de la historieta editada por José G. Cruz, en otra más los primeros tres números de la historieta, publicados en 1952.
Algo insólito y extraordinario es que El Santo resultó un verdadero superhéroe de historietas, pero su proyección más mediática fue en la cinematografía y películas de terror, pues combatió contra malosos, brujas, la invasión de los marcianos, extraterrestres, a los hoy llamados zombis, hombres lobo y mujeres vampiro, filmes como Santo vs la mafia del vicio, Santo vs la magia negra y Santo vs las diabólicas.
Dichas películas fueron un éxito de taquilla no solo en México, sino en gran parte de América Latina, Europa y algunos lugares tan distantes como Líbano o Turquía.
Se pueden leer frases dichas por el luchador en vida: “Podrán buscarme todos los defectos que quieran, pero nunca se me podrá acusar de haber defraudado al público” o “Los héroes pueden morir, las leyendas son eternas”. Un genuino icono nacional. Después de su fallecimiento, uno de sus hijos adoptó la máscara de su progenitor, dándose a conocer como El Hijo del Santo.
Ante este panorama nacional, ¿los héroes nacen o se hacen? En realidad, esperamos lo mejor de cada persona, creamos los superhéroes. Los héroes están en la pantalla porque salen de la vida misma, claro que surgieron otros con los sismos, la sociedad civil, rescatistas voluntarios, la juventud, nuestros millennials y entre ellos una perra de nombre Frida.
Cuando la gente corriente que hace cosas extraordinarias ordinariamente los bomberos, héroes accidentales, gente poco corriente que hace cosas extraordinarias, superhéroes y gente corriente que hace las cosas ordinarias extraordinariamente, resultan los otros héroes.
El superhéroe de verdad es la plasmación de nuestras mejores aspiraciones para la sociedad; por eso son “fantásticos” en el doble sentido de la palabra: no los encontraremos en el mundo real, pero nos gustaría encontrarlos.
La prensa escrita y sobre todo las redes sociales y los medios electrónicos, no dan tregua para exhibir a los candidatos, de los cuales surgirá el 1 de julio de 2018, el súper héroe que la sociedad mexicana estamos esperando para que actúe del 1 de diciembre de 2018 al 30 de noviembre de 2024.
“Los valores, las cargas positivas y negativas, las tinieblas son el alma de nuestro arte. El escritor da forma a la historia sobre la percepción de qué merece la pena ser vivido, por qué merece la pena morir, qué resulta estúpido perseguir, el significado de justicia, de verdad: los valores esenciales.
En décadas pasadas los guionistas y la sociedad estaban más o menos de acuerdo en estos temas, pero nuestra era ha ido cayendo progresivamente en el cinismo moral y ético, el relativismo y la subjetividad: hay una gran confusión de valores. Al desintegrarse la familia y aumentar el antagonismo de género, ¿quién, por ejemplo, siente que comprende la naturaleza del amor? ¿Y cómo se expresan las convicciones personales ante una audiencia crecientemente escéptica?”.
La erosión de los valores salpica en parte la caracterización de los héroes de ahora. Quizá debamos salir en defensa de nuestros superhéroes, para que recuperemos los valores que nos corresponden. Porque, en el momento en el que dejemos de creer en esos valores comunes, en la defensa desinteresada, heroica, dejaremos de actuar para identificarnos con ellos.
Los héroes, con independencia de los poderes que les asignemos, quieren ser la encarnación de los mejores valores en los que creemos; por esta razón sentimos que rechinan los momentos oscuros o confundidos de algunas de sus historias. Por desgracia, esos valores parecen disolverse en nuestra sociedad y esta situación se refleja en los talentos creadores.
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