La lucha libre es real y por eso critico a los pseudopromotores y pseudoluchadores que lucran con este noble deporte
En
junio de 1952 nuestro inolvidable Ángel Fernández (qepd) escribía en
la revista Clinch una nota relacionada con la veracidad, la falsedad y
los acontecimientos más destacados dentro de la lucha libre mexicana, en
donde por una parte la enaltece al decir:
“La lucha libre ha arrebatado popularidad a otros deportes debido a sus taquilleros y destacados exponentes, como El Santo y Médico Asesino, así como la técnica de Black Guzmán y Tarzán López y la arrolladora personalidad de Cavernario Galindo o Gardenia Davis”.
También menciona en su artículo: “Es importante destacar la excelente labor de los dos promotores más importantes, Salvador Lutteroth, quien tiene a un público hecho con los años en un local adecuado, y a Jesús Garza, quien tiene un público atrapado con el apoyo de Televicentro. En ambos casos la lucha libre es una enfermedad epidémica que produce una histeria especial entre los aficionados y lo reconozco a pesar de que nunca he sido partidario de esta disciplina como lo soy del futbol, el boxeo o el beisbol”.
Por otro lado expone sus dudas preguntándose si sólo se trata de una comedia:
“Los que estamos fuera de este ambiente nos preguntamos: ¿cómo es posible que un gladiador trabaje dos o tres veces por semana, cuando los boxeadores lo pueden hacer máximo cada quince días? La investigación me ha llevado al gimnasio donde veo a futuros prospectos arrojarse de espaldas para fortalecer los músculos y a otros los veo aplicando candados y todo tipo de llaves...”
Les compartí parte de este interesante artículo porque desde aquellos años ha existido un público escéptico que duda de la veracidad de la lucha libre, el cual merece todo mi respeto porque no tiene por qué creer que nos golpeamos en realidad y que la sangre que brota de nuestros rostros es verdadera; sin embargo, sí es real.
Raúl Romero decía que después del futbol americano la lucha libre era el más brutal de los deportes. Basta recordar los espectaculares encuentros que durante muchos años se realizaron en las arenas México y Coliseo, así como en el extinto Toreo de Cuatro Caminos, con esos verdaderos luchadores de quienes aprendí muchísimo al alternar con ellos, ya fuera como rivales o como compañeros de esquina.
Eran encuentros impregnados de técnica y arte. Muchos otros eran sangrientos y llenos de dramatismo. Por esa razón, aunque a muchos les moleste, seguiré defendiendo la verdadera lucha libre y criticaré a los hambreados pseudopromotores y pseudoluchadores que son vividores de este noble deporte.
También el público villamelón es culpable por aceptar ser engañado y pagar un boleto para ver un show barato y denigrante en el que intervienen comediantes, vedettes, locutores, actores y hasta payasitos, quienes fingen ser golpeados por los luchadores que lamentablemente se prestan a estos fraudes y que lo único que logran es desacreditar este bello deporte.
En este espacio que me brinda semana a semana El Gráfico, hoy rindo un homenaje a quienes con la preparación necesaria, el profesionalismo, respeto a la lucha libre y sobre todo al público, han dejado sus vidas sobre un ring o que a causa de una lesión sobre este respetable escenario han quedado lesionados de por vida sin jamás haber ridiculizado a la lucha libre, donde me consta que la sangre fue sangre y los golpes fueron dados con la fuerza necesaria para rendir al compañero.
Algunos de los que ya se han ido son Oro, Sangre India, El Solitario, El Texano, Lizmark, El Hijo del Perro Aguayo, Héctor Garza, Ángel Azteca y Kato Kung Lee.
Los que continúan entre nosotros, pero viven acompañados por un bastón o en una silla de ruedas a consecuencia de una lesión, son: Rey Misterio, Pierroth Jr., As Charro, Halcón Ortiz, Espanto Jr., Perro Aguayo y El Signo, entre muchos otros.
Yo espero que las nuevas generaciones aprendan de los grandes las verdaderas costumbres de la lucha libre.
Nos leemos la próxima semana, para que hablemos sin máscaras.
El Hijo del Santo
“La lucha libre ha arrebatado popularidad a otros deportes debido a sus taquilleros y destacados exponentes, como El Santo y Médico Asesino, así como la técnica de Black Guzmán y Tarzán López y la arrolladora personalidad de Cavernario Galindo o Gardenia Davis”.
También menciona en su artículo: “Es importante destacar la excelente labor de los dos promotores más importantes, Salvador Lutteroth, quien tiene a un público hecho con los años en un local adecuado, y a Jesús Garza, quien tiene un público atrapado con el apoyo de Televicentro. En ambos casos la lucha libre es una enfermedad epidémica que produce una histeria especial entre los aficionados y lo reconozco a pesar de que nunca he sido partidario de esta disciplina como lo soy del futbol, el boxeo o el beisbol”.
Por otro lado expone sus dudas preguntándose si sólo se trata de una comedia:
“Los que estamos fuera de este ambiente nos preguntamos: ¿cómo es posible que un gladiador trabaje dos o tres veces por semana, cuando los boxeadores lo pueden hacer máximo cada quince días? La investigación me ha llevado al gimnasio donde veo a futuros prospectos arrojarse de espaldas para fortalecer los músculos y a otros los veo aplicando candados y todo tipo de llaves...”
Les compartí parte de este interesante artículo porque desde aquellos años ha existido un público escéptico que duda de la veracidad de la lucha libre, el cual merece todo mi respeto porque no tiene por qué creer que nos golpeamos en realidad y que la sangre que brota de nuestros rostros es verdadera; sin embargo, sí es real.
Raúl Romero decía que después del futbol americano la lucha libre era el más brutal de los deportes. Basta recordar los espectaculares encuentros que durante muchos años se realizaron en las arenas México y Coliseo, así como en el extinto Toreo de Cuatro Caminos, con esos verdaderos luchadores de quienes aprendí muchísimo al alternar con ellos, ya fuera como rivales o como compañeros de esquina.
Eran encuentros impregnados de técnica y arte. Muchos otros eran sangrientos y llenos de dramatismo. Por esa razón, aunque a muchos les moleste, seguiré defendiendo la verdadera lucha libre y criticaré a los hambreados pseudopromotores y pseudoluchadores que son vividores de este noble deporte.
También el público villamelón es culpable por aceptar ser engañado y pagar un boleto para ver un show barato y denigrante en el que intervienen comediantes, vedettes, locutores, actores y hasta payasitos, quienes fingen ser golpeados por los luchadores que lamentablemente se prestan a estos fraudes y que lo único que logran es desacreditar este bello deporte.
En este espacio que me brinda semana a semana El Gráfico, hoy rindo un homenaje a quienes con la preparación necesaria, el profesionalismo, respeto a la lucha libre y sobre todo al público, han dejado sus vidas sobre un ring o que a causa de una lesión sobre este respetable escenario han quedado lesionados de por vida sin jamás haber ridiculizado a la lucha libre, donde me consta que la sangre fue sangre y los golpes fueron dados con la fuerza necesaria para rendir al compañero.
Algunos de los que ya se han ido son Oro, Sangre India, El Solitario, El Texano, Lizmark, El Hijo del Perro Aguayo, Héctor Garza, Ángel Azteca y Kato Kung Lee.
Los que continúan entre nosotros, pero viven acompañados por un bastón o en una silla de ruedas a consecuencia de una lesión, son: Rey Misterio, Pierroth Jr., As Charro, Halcón Ortiz, Espanto Jr., Perro Aguayo y El Signo, entre muchos otros.
Yo espero que las nuevas generaciones aprendan de los grandes las verdaderas costumbres de la lucha libre.
Nos leemos la próxima semana, para que hablemos sin máscaras.
El Hijo del Santo
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