Dirigida por Federico Curiel, “La sombra del murciélago”,
con fotografía en blanco y negro, fue la quinta película en que participó Blue
Demon para la pantalla grande
La sombra del murciélago: otra joya de humor involuntario
La sombra del murciélago
La semana anterior leí un artículo acerca de la licantropía,
y pasaba a hablar de las películas de hombre-lobo, desde las de Lon Chaney,
hijo, hasta las de la productora Hammer,
algunas recientes, pasando por las de los 1970 y 1980. Al mencionar la
cinematografía nacional, destacaba a Fernando Osés trocado en lobo en “La
sombra del murciélago”, la cual no recordaba haber visto.
Al despertar la madrugada del domingo, prendí la televisión.
Revisé el canal de cine mexicano, daban “María la voz” (1955). Al terminar, se
anunciaba “La sombra del murciélago”, así que, en vez de volver a dormir, me
quedé viendo a la italiana Marisa Belli, a Víctor Manuel Mendoza y Rosenda
Monteros en la adaptación del cuento de Juan de la Cabada, para esperar la
siguiente. Tenía la curiosidad de ver de dónde salía el título, suponía era de
las docenas escritas por el Murciélago Velázquez.
Dirigida por Federico Curiel, “La sombra del murciélago”,
con fotografía en blanco y negro, fue la quinta película en que participó Blue
Demon para la pantalla grande y una de las cinco en que intervino en 1968.
Aquí, sin ser el protagonista total, sí es el héroe que define el misterio,
quien con facilidad ata cabos y suma pistas que a los detectives ni se les
ocurriría.
El villano es “el murciélago”, de ahí lo del título, un
exluchador alejado del mundo, quien se cubre el rostro con una máscara (de
hule) de lobo para que no se le vean las deformaciones que le dejó un incendio,
las cuales se revelarán hasta la secuencia final. La trama se relaciona con su
obsesión por una cantante a la cual ve a través de la televisión, en una de las
incongruencias, usuales en el subgénero y en tantas cintas de ese período en el
cine mexicano. (La transmisión es nítida en la cueva lejana donde se oculta, y
se entiende que no hay energía eléctrica.)
Le atiné. El guión es del prolífico Jesús “Murciélago”
Velázquez (aunque en los créditos se apunta que es una idea del productor, Luis
Enrique Vergara C. Reelabora elementos de “El fantasma de la Ópera” en licuado
con lucha libre, crímenes irresolubles, secuestros de mujeres y alguna melodía
(los arreglos musicales son de Armando Manzanero).
La protagonista femenina es Marta Romero, actriz e
intérprete puertorriqueña que debutó en el cine mexicano en “El señor doctor”
(1965) con Cantinflas, y tendría una breve y poco recordable trayectoria en el
cine mexicano. Para el despegue de esta trama regresa a nuestro país donde se
reencuentra con Daniel (Jaime Fernández), un anterior enamorado, que es detective.
En la transmisión de su debut en cabaret es donde la verá el malvado.
“La sombra del murciélago “es de las películas que se
realizaban en los Estudios América, bajo el S.T.I.C., por eso tenía que
dividirse en tres capítulos, por ello el presupuesto es menor, lo cual se
percibe en los reducidos escenarios, en el uso de tomas de “stock” (los ratones
en la cueva; los intercortes al público son los mismos en las dos veces que
canta Marta Romero), en la escasez de gente (en el cabaret, en el gimnasio, en las
oficinas policiales, en la calle), en la utilización de exteriores (varias
escenas son afuera de los edificios de los estudios, algo común en estas
cintas). Las varias secuencias con el jefe de la policía son en la misma
oficina.
Para terciar, hay una secuencia bailable con “Bule Bule” de
fondo musical (sin que aparezcan Los Rockin´Devils que la tocan) y hasta que
acaba captamos era un número musical en el cabaret.
En la ligereza de la cinta, cabe una lucha en la Arena
Coliseo, es con un emplazamiento de cámara, intercortado con tomas del público;
pero también hay un combate de entrenamiento entre Blue Demon y quien fuera el
entrenador del “murciélago”, para que le enseñe la llave que era la
especialidad del villano, bautizada como “la noria”. (Lo singular del caso es
que el papel del entrenador lo hace el “Murciélago” Velázquez”). En terrenos
del lobo/murciélago se dan dos combates similares, la motivación en sus
desvaríos de superioridad y las causas de su desaparición.
La introducción de Blue Demon en la película es avanzado el
metraje, con otra de esas licencias cinematográficas: aparece justo a tiempo en
su Mustang en una calle por donde nadie más cruza, para salvar a Marta. De aquí
se involucra en el misterio, ayudará a
la policía, o más bien probará su ineficacia, la solventará por sí solo, con
una técnica investigadora de discípulo de Sherlock Holmes: averigua qué fue del
“murciélago”, irá con una yerbera; recordará un viaje donde vio una planta;
sacará conclusiones de cómo debe ser el secuestrador, y dónde es la guarida del
criminal; enseñará lo redituable, para él y para la película, que es obtener
información por teléfono.
El director Federico Curiel se confiere un pequeño papel, de
otro luchador, que caerá en las manos del asistente del villano, caracterizado
por Gerardo “El Chiquilín” Cepeda, asiduo en estas cintas, siempre presto a los
mandatos de su jefe, acabando con los ineptos que fallan en el rapto de Marta,
y de “punching bag” cuando se lo ordenan. Un segmento para antología es cuando
“El Chiquilín” narra lo que fue su vida y por qué disfruta golpeando y matando.
Marta Romero muestra limitadas aptitudes actorales o al
cantar “La mentira” de Álvaro Carrillo, tampoco era una belleza impar. El
personaje de Jaime Fernández tiene apenas un par de escenas para subsistir, por
ejemplo, cuando pelea contra un trío de raptores. Tiene ahínco la bruja/yerbera
(Enriqueta Reza) en sus conjuros, amedrentando a Blue Demon (que en otra
artimaña de luchador y del cine, lleva envoltorios de billetes metidos en la
cintura del pantalón que usa siempre).
Truculencias e inconsistencias marchan para llegar a la cita
y pelea definitoria; la facilidad con que “El Chiquilín” se mete al
departamento; que la cueva está camino a Guadalajara, lo rápido que llegan; y
en la conclusión, la aparición de un grupo de mujeres aprisionadas sin rastro
físico alguno de las semanas o meses de encierro, como si hubieran descansado
la noche en ese lugar.
“La sombra del murciélago” es un capítulo subalterno para
los exégetas de Federico Curiel, con Fernando Osés retirándose la máscara para
saltar a la lona, asustar al destapar su cara desfigurada y poner a prueba su
llave especial y solo gozable por el humor involuntario que irradian estas
“joyas” de luchadores y mezcla de cine fantástico.
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