viernes, 22 de febrero de 2019

Blue Demon en La sombra del murciélago, de luchadores y licantropía


Dirigida por Federico Curiel, “La sombra del murciélago”, con fotografía en blanco y negro, fue la quinta película en que participó Blue Demon para la pantalla grande
La sombra del murciélago: otra joya de humor involuntario


La sombra del murciélago

La semana anterior leí un artículo acerca de la licantropía, y pasaba a hablar de las películas de hombre-lobo, desde las de Lon Chaney, hijo, hasta las de la productora  Hammer, algunas recientes, pasando por las de los 1970 y 1980. Al mencionar la cinematografía nacional, destacaba a Fernando Osés trocado en lobo en “La sombra del murciélago”, la cual no recordaba haber visto.

Al despertar la madrugada del domingo, prendí la televisión. Revisé el canal de cine mexicano, daban “María la voz” (1955). Al terminar, se anunciaba “La sombra del murciélago”, así que, en vez de volver a dormir, me quedé viendo a la italiana Marisa Belli, a Víctor Manuel Mendoza y Rosenda Monteros en la adaptación del cuento de Juan de la Cabada, para esperar la siguiente. Tenía la curiosidad de ver de dónde salía el título, suponía era de las docenas escritas por el Murciélago Velázquez.

Dirigida por Federico Curiel, “La sombra del murciélago”, con fotografía en blanco y negro, fue la quinta película en que participó Blue Demon para la pantalla grande y una de las cinco en que intervino en 1968. Aquí, sin ser el protagonista total, sí es el héroe que define el misterio, quien con facilidad ata cabos y suma pistas que a los detectives ni se les ocurriría.

El villano es “el murciélago”, de ahí lo del título, un exluchador alejado del mundo, quien se cubre el rostro con una máscara (de hule) de lobo para que no se le vean las deformaciones que le dejó un incendio, las cuales se revelarán hasta la secuencia final. La trama se relaciona con su obsesión por una cantante a la cual ve a través de la televisión, en una de las incongruencias, usuales en el subgénero y en tantas cintas de ese período en el cine mexicano. (La transmisión es nítida en la cueva lejana donde se oculta, y se entiende que no hay energía eléctrica.)

Le atiné. El guión es del prolífico Jesús “Murciélago” Velázquez (aunque en los créditos se apunta que es una idea del productor, Luis Enrique Vergara C. Reelabora elementos de “El fantasma de la Ópera” en licuado con lucha libre, crímenes irresolubles, secuestros de mujeres y alguna melodía (los arreglos musicales son de Armando Manzanero).

La protagonista femenina es Marta Romero, actriz e intérprete puertorriqueña que debutó en el cine mexicano en “El señor doctor” (1965) con Cantinflas, y tendría una breve y poco recordable trayectoria en el cine mexicano. Para el despegue de esta trama regresa a nuestro país donde se reencuentra con Daniel (Jaime Fernández), un anterior enamorado, que es detective. En la transmisión de su debut en cabaret es donde la verá el malvado.

“La sombra del murciélago “es de las películas que se realizaban en los Estudios América, bajo el S.T.I.C., por eso tenía que dividirse en tres capítulos, por ello el presupuesto es menor, lo cual se percibe en los reducidos escenarios, en el uso de tomas de “stock” (los ratones en la cueva; los intercortes al público son los mismos en las dos veces que canta Marta Romero), en la escasez de gente (en el cabaret, en el gimnasio, en las oficinas policiales, en la calle), en la utilización de exteriores (varias escenas son afuera de los edificios de los estudios, algo común en estas cintas). Las varias secuencias con el jefe de la policía son en la misma oficina.

Para terciar, hay una secuencia bailable con “Bule Bule” de fondo musical (sin que aparezcan Los Rockin´Devils que la tocan) y hasta que acaba captamos era un número musical en el cabaret.

En la ligereza de la cinta, cabe una lucha en la Arena Coliseo, es con un emplazamiento de cámara, intercortado con tomas del público; pero también hay un combate de entrenamiento entre Blue Demon y quien fuera el entrenador del “murciélago”, para que le enseñe la llave que era la especialidad del villano, bautizada como “la noria”. (Lo singular del caso es que el papel del entrenador lo hace el “Murciélago” Velázquez”). En terrenos del lobo/murciélago se dan dos combates similares, la motivación en sus desvaríos de superioridad y las causas de su desaparición.


Fernando Osés y Gerardo El Chiquilin Cepeda  en La sombra del murciélago

La introducción de Blue Demon en la película es avanzado el metraje, con otra de esas licencias cinematográficas: aparece justo a tiempo en su Mustang en una calle por donde nadie más cruza, para salvar a Marta. De aquí se involucra  en el misterio, ayudará a la policía, o más bien probará su ineficacia, la solventará por sí solo, con una técnica investigadora de discípulo de Sherlock Holmes: averigua qué fue del “murciélago”, irá con una yerbera; recordará un viaje donde vio una planta; sacará conclusiones de cómo debe ser el secuestrador, y dónde es la guarida del criminal; enseñará lo redituable, para él y para la película, que es obtener información por teléfono.

El director Federico Curiel se confiere un pequeño papel, de otro luchador, que caerá en las manos del asistente del villano, caracterizado por Gerardo “El Chiquilín” Cepeda, asiduo en estas cintas, siempre presto a los mandatos de su jefe, acabando con los ineptos que fallan en el rapto de Marta, y de “punching bag” cuando se lo ordenan. Un segmento para antología es cuando “El Chiquilín” narra lo que fue su vida y por qué disfruta golpeando y matando.

Marta Romero muestra limitadas aptitudes actorales o al cantar “La mentira” de Álvaro Carrillo, tampoco era una belleza impar. El personaje de Jaime Fernández tiene apenas un par de escenas para subsistir, por ejemplo, cuando pelea contra un trío de raptores. Tiene ahínco la bruja/yerbera (Enriqueta Reza) en sus conjuros, amedrentando a Blue Demon (que en otra artimaña de luchador y del cine, lleva envoltorios de billetes metidos en la cintura del pantalón que usa siempre).

Truculencias e inconsistencias marchan para llegar a la cita y pelea definitoria; la facilidad con que “El Chiquilín” se mete al departamento; que la cueva está camino a Guadalajara, lo rápido que llegan; y en la conclusión, la aparición de un grupo de mujeres aprisionadas sin rastro físico alguno de las semanas o meses de encierro, como si hubieran descansado la noche en ese lugar.

“La sombra del murciélago” es un capítulo subalterno para los exégetas de Federico Curiel, con Fernando Osés retirándose la máscara para saltar a la lona, asustar al destapar su cara desfigurada y poner a prueba su llave especial y solo gozable por el humor involuntario que irradian estas “joyas” de luchadores y mezcla de cine fantástico.

Cortesía: https://www.cineforever.com y  LEOPOLDO VILLARELLO CERVANTES

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