martes, 22 de diciembre de 2015

LOS AÑOS DORADOS DEL "CACHACASCÁN" EN CHILE

Coordenadas: 33°27'22.34"S 70°38'57.27"W (Teatro Caupolicán)
El arte de la lucha libre de fantasía tiene tres etapas muy concretas en su historia en Chile: la primera del "Cachacascán" que es la originaria, la segunda de los "Titanes del Ring" en los años setenta a ochenta, y la nueva de redescubrimiento o "Wrestling chileno", donde se ha fusionado la tradición de las dos anteriores con la estética y estilo difundido por las empresas de los Estados Unidos dedicadas a este género de shows, aunque muy, muy lejos de sus millones en inversiones, transmisiones y publicidad.
La más cercana a lo profesional de todas estas etapas y la más espectacular fue la primera, sin duda, correspondiente al "Cachacascán". Cubierta por un resplandor mágico de romanticismo e idealización sobre sus recuerdos, celebraciones y sacrificios, fue introducida en Chile por influencia de luchadores extranjeros que llegaron a hacer exhibiciones en compañías viajeras. Tuvo también un buen grado de inspiración en las ligas de México, país donde estos espectáculos son toda una institución cultural y parte del folklore popular desde la segunda mitad del siglo XIX. Posteriormente, sucumbió al enfoque que se daba en la Argentina a esta actividad, de innegables y mayores alcances comerciales, aunque con ello se hipotecó a sí misma en una apuesta peligrosa, cayendo en la oscuridad y la decadencia.
Actualmente, entre muchos de los practicantes amateurs de la lucha libre en nuestro país, existe toda una especie de idolatría por aquellas figuras precursoras de tales shows, que llenaban las jornadas de "catch" en el Teatro Caupolicán de San Diego.
Diego Torres, el luchador conocido como El Tarzán Chileno, en fotografía tomada hacia 1960, hoy de los archivos del Museo Histórico Nacional. No confundir con Manuel Garrido, que tuvo un personaje de similar nombre.
LOS ORÍGENES
Se calcula que la entrada de la lucha libre de exhibición llegó a instalarse Chile hacia los años treinta, aun cuando he conocido ciertos testimonios que podrían sugerir la posibilidad de que haya estado ocasionalmente presente desde antes: por ejemplo, como complemento de algunos espectáculos boxeriles de Barrio Mapocho, Estación Central o el puerto de Valparaíso. Hacia fines del siglo XIX, además, hubo muchas presentaciones de circos internacionales en el puerto y en la capital, que incluían exhibiciones de "hombres fuertes", modelo que probablemente se imitó acá también y llevó después a las salitreras y oficinas del Norte de Chile por circos itinerantes. Sin embargo, una influencia decisiva parece haber tenido la venida a Chile de la troupe del empresario de origen francés Constance Le Marand, quien trajo en esos años a sus propios luchadores para montar un concurrido y novedoso espectáculo en el Teatro Royal de calle Huérfanos (el mismo donde se presentó Carlos Gardel en 1917), mezclando realidad con actuación en una novedosa y entretenida muestra.
La popularización general de la lucha libre propiamente chilena comenzará hacia 1940, año en que el empresario de espectáculos don Enrique Venturino Soto, alias "El Cóndor" (por su compañía de revistas así llamada), toma las riendas del Teatro Caupolicán y lo destina a ser escenario de todas las actividades que él promovía tan exitosamente: boxeo, vodevil, revista, teatro, circo, etc. Con buen ojo para el negocio, Venturino creó también un espectáculo basado en el que había ofrecido Le Marand y especialmente compuesto de exhibiciones de esta forma de lucha libre, con personajes creados ad-hoc y que serían el alter ego de los miembros del equipo de guerreros, combinando así la teatralidad con el deporte de combate y el circo chileno, algo que él también conocía perfectamente, por ser el dueño del célebre "Circo de las Águilas Humanas".
Para esta nueva aventura, Venturino se asoció a sus amigos el Huaso Briones y Vicente Manolete García, usando el coliseo de San Diego por casi 30 años para la exhibición de las luchas de hombres en pantaloncillos y zapatillas de alta caña. La temporada era de marzo a septiembre, todos los miércoles y domingo. Crearon un premio llamado Cinturón de Oro el Cóndor, por el que luchaban los gladiadores de estas primeras generaciones como el Gato Villegas, el Conde de Sousa, el Fantasma DiPietro, el Chúcaro de la Jara, Máscara Roja, El Judío Aaron Steiner, Desiderio, Carlos Pabs, Diego Torres, Barba Negra, Barba Roja, Conde de Sousa o el inigualable Manuel Tolosa, un delirante y divertido personaje apodado Locatelli chileno, parodiando el apellido del famoso compositor italiano.
Inicialmente, se le dio al show el nombre de "Catch as catch can", siguiendo una denominación que se usaba en México y Estados Unidos pero heredada desde Inglaterra e Irlanda para señalar una forma de lucha libre deportiva, cuya traducción literal es algo así como "Agarra como puedas agarrar". No pasó mucho para que el título se corrompiera en "El Catch", "Catchascan" y sobre todo "Cachacascán", como pasó a la historia aquí y también en Argentina, con su propia y gloriosa liga fundada precisamente en esos mismos años por visionarios empresarios de las candilejas como Pepe Luctuore, también bajo influencia de expositores internacionales que hacían giras completas por América Latina.
El término "Cachacascán" llegó a ser considerado un símbolo de virilidad y un ideal de valentía o heroísmo, en el concepto popular de la época. También se habló por muchos años de "un cachacascán" para referirse a una escaramuza, o de una "pelea digna de cachacascán" para señalar que una riña de proporciones; y "cachacasquear" se usó como verbo de golpear a alguien.
Don Enrique Venturino Soto, célebre dueño del Circo de las Águilas Humanas y del Teatro Caupolicán, creador de los espectáculos del "Cachacascán" chileno. Imagen de los archivos de la Biblioteca Nacional.
INTERACCIONES CON LIGAS EXTRANJERAS
A pesar de la influencia mexicana, en un principio se notó la presencia del estilo de lucha circense francesa e italiana sobre el "Cachacascán" chileno (como la presencia de personajes con grandes bigotes, camisetas de tirantes, rostros descubiertos, etc.) pero va adoptando rápidamente algunos elementos que le son más locales, tanto estéticos como estilísticos. Se dice que los luchadores chilenos, por ejemplo, combinaban las acrobacias aéreas y saltos tan característicos de la disciplina, con un uso abundante de llaves y "torturas" de fuerza donde había mucha simulación de brutalidad. Rápidamente, sin embargo, la cultura del cine fue agregando otros elementos nuevos a los personajes, como ciertos disfraces, nombres en inglés y caracterizaciones de vampiros, genios, superhéroes o momias.
También comenzaron a hacer visitas importantes luchadores argentinos y de otras latitudes en la liga chilena, adoptando casi desde su inicio una aspiración internacionalista. En una famosa fotografía del Teatro Caupolicán que figura en los archivos de la revista "Life", por ejemplo, donde se ve una concurrida ceremonia de carácter político de la oposición al gobierno de Gabriel González Videla, se puede observar entre los dos niveles del teatro, junto a otros lienzos promocionales, uno que dice claramente: "Pronto: CATCH Internacional 1950".
En el verano de 1962, mientras se realizaba el Torneo Internacional Cachacascán, causaron gran sensación los enmascarados Hermanos Diablos Rojos de México, quienes se enfrentaron en una histórica lucha con la dupla de chilenos compuesta por Jimmie Garrido, el campeón de Las Condes, y el célebre curicano Pepe Santos. En la misma rueda de torneo se enfrentó el fornido Pantera, un campeón cubano de raza negra apodado "el gladiador de ébano", contra El Colérico Nelson, extraordinario y acrobático luchador vinculado al escenario argentino. En la misma oportunidad, también se vieron las caras el gigante antofagastino Lautaro Risso contra el formidable Sansón Gutiérrez; y el mencionado Tolosa contra el guerrero ítalo-argentino Ángelo Donatti.
Tras la profesionalización de la liga argentina con los famosísimos "Titanes del Ring" ese mismo año, comenzando a quedar atrás la historia del "Cachacascán" platense, también realizó visitas al Teatro Caupolicán uno de sus más grandiosos miembros fundadores: el gladiador trasandino de origen armenio Martín Karadagian, uno de los pocos que ostentaba en el mundo auténticos triunfos olímpicos, además de sus talentos como luchador de estos encuentros y cierta experiencia como actor de cine.
Míster Chile en antiguo aviso del "Catch" en el Teatro Caupolicán.
LOS PERSONAJES DEL RING
Ya he contado en otra parte que mi abuelo paterno, Mariano Salazar, fue parte de este equipo de actores-luchadores del "Cachacascán", en su caso presentándose con dos personajes: El Gorila Chileno, que interpretaba a rostro descubierto, y El Hombre Araña, sin ninguna relación con el famoso personaje de la compañía Marvel del mismo nombre (Spiderman es posterior, del año 1962), sino correspondiente a un enmascarado vestido de negro y con capa. Allí compartió ring con tremendos exponentes locales de esa generación, como el propio Pepe Santos, e hizo dupla con otros grandes como el luchador llamado El Foca. Hubo un período en que la cantante de rancheras Guadalupe del Carmen, no se perdía las peleas del Gorila Chileno, asistiendo siempre a estos encuentros, pues era su admiradora incondicional y de primera fila.
Siempre hubo algo de circense y humorístico en estos espectáculos, especialmente en las caracterizaciones de los luchadores. Había uno muy singular, llamado Renato El Hermoso: un Adonis gigante de contextura muscular y larga cabellera rubia, que solía avanzar al escenario en las presentaciones caminando como señorito o modelo glamoroso mientras, a su lado, un asistente iba a su ritmo tirándole perfume con una botella con pera de aire y a veces también peinándolo. En una inolvidable ocasión, le tocó a Renato El Hermoso medirse con Tolosa, el payaso del ring. Luego de subir haciendo su típica caminada desde el camarín al cuadrilátero como si fuera una pasarela de moda, el presentador llamó a su contrincante: el estadio estalló en risas cuando Tolosa apareció imitando a su rival pero, en vez de un refinado señor tirándole perfume, trajo a un asistente vestido como típico gañán callejero del barrio San Diego, de esos que tomaban vino dentro de un tarro, y le pulverizaba encima un supuesto insecticida con una vieja bomba manual de Flit, de esas que usaban las abuelas para matar moscas. Mientras lo hacía, el luchador sonreía y levantaba los brazos para que le echaran del rocío venenoso bajo las axilas, luciéndose con la hilarante escena. El mismo Tolosa tenía otra costumbre realmente ridícula para su personaje: cuando estaba perdiendo la lucha e iba a su esquina a pedir agua, en vez de echársela en la cara con las manos, como acostumbran los luchadores, se la tiraba entre sus propias nalgas.
Ya entonces, cada luchador tenía su estilo característico y su "sello" de pelea: el pequeño Indio Colo-Colo compensaba la falta de estatura con una agilidad y energías fuera de serie, el mismo recurso que en nuestros días ha convertido en celebridad al luchador mexicano de la WWE Rey Misterio. Paolo Rossi, en cambio, apodado "El Hombre Montaña", tenía en su cuerpo ancho y casi cuadrado la enormidad, las calugas y los brazos de hierro suficientes para hacer a sus adversarios la llamada llave del "abrazo del oso", dejándolos fuera de combate. Cabecita de Oro, por su parte, se valía de los cabezazos para noquear a sus adversarios.
Aunque el espectáculo tenía mucho de circense y libreteado, no había que engañarse: estos tipos sabían pelear tan bien como coreografiaban sus combates. Pepe Santos, por ejemplo, era experto en artes marciales; Dragón Chino era encarnado por un profesor de estas mismas artes; Humberto Cabrera se manejaba perfectamente en el boxeo; y el ex Gorila Chileno, ya viejo y bebiendo café con sus amigos jubilados en el Paseo Ahumada, una vez fue provocado por un sujeto joven que terminó aturdido y medio asfixiado con sus manos, como he contado en otra entrada de este blog.
Estas arenas no eran para débiles ni enclenques. Un conocido luchador de esos años, aparece como "El Mamut de la Patagonia" en el cuadrilátero del Teatro Caupolicán, en el filme de humor chileno "Tonto pillo" de 1948: tenía también una extraordinaria agilidad aparejada de la fuerza que alojaba su corpulencia, de gran altura y con cabellera inflamada, como la del personaje Cabellos de Ángel creado por Pepo para la tira "Condorito"; y aunque mucho más pequeño, equivalía acá a lo que fue después André the Giant en el wrestling internacional. Por su parte, el mencionado Lautaro Rizzo sí alcanzaba los mejores estándares: pesaba 110 kilos y medía casi dos metros de altura, poseyendo la fama de tener "fuerzas de búfalo". En una generación más joven, Bruno Siegmundo, Manuel Vargas y el famoso Míster Chile, que habría sido campeón nacional de levantamiento de pesas en los años sesenta pasando al "Catch" y luego a los "Titanes del Ring".
Los Hermanos Diablos Rojos Mexicanos, ilustres visitas del ring chileno en el campeonato de 1962 (Fuente imagen: diario "La Tercera de la Hora").
OTROS VIEJOS ESTANDARTES
En la época con más disfraces y máscaras, animados por el gran Octavio Suffan, era común que los luchadores asumieran dos o más papeles de guerreros, reservando sólo uno a su presentación a rostro descubierto. El temido y afamado Tino Benvenutti, por ejemplo, además de un personaje con su nombre encarnó en el ring a El Estudiante y al Conde Drácula; y el maestro Miguel Ángel Fanfani, en realidad llamado Oscar Norberto Rodríguez, interpretó -además de su alter ego personal en traje azul- a fieras como El Ángel Rojo y Mr. The Death, con un disfraz de huesos que se adelantó por décadas al de la mascota corporativa de la banda "Misfits", entre varios otros y a pesar de que por su delgadez Manolete García lo retaba diciéndole que jamás sería un luchador profesional. Una de sus primeras luchas había sido en un campeonato del Gimnasio Nataniel, en 1962, donde se presentó como El Romano. Sólo en 1962 pudo incorporarse al Teatro Caupolicán, donde llegó a ser director de la nueva generación de luchadores.
Las primeras escuelas amateurs estaban en el famoso Club México, sede del boxeo en calle San Pablo, y en el Fortín Prat de Valparaíso. Algunos comenzaban a formarse muy jóvenes. Sin embargo, sucedía algo curioso: el que varios luchadores actuaran sin máscara en al menos uno de sus personajes, muchas veces permitió al público descubrir casualmente que sus "héroes" eran en realidad cargadores de La Vega Central, guardias de seguridad o nocheros. Otros, sin embargo, eran universitarios, músicos e incluso hombres de teatro, profesionales que en varias ocasiones abandonaron sus trabajos para dedicarse especialmente a este rentable negocio del "Catch", como fue el caso de mi abuelo. Muchos aprovecharon también ciertos parecidos físicos con personajes conocidos para construir sus propios papeles en la lucha, como Omar Shariff, Sancho Panza, Abdula y el clásico Tarzán Chileno siempre acompañado de su amigo El Peta.
El espectáculo del "Cachacascán" fue paseado e imitado en varias partes del país. Valparaíso también fue una importante sede de estas peleas. El negocio parecía tener gran prosperidad hacia los sesenta, año en que se incorporan muchos nuevos personajes y se adoptan más elementos tomados de la cultura popular y televisiva para la creación de los mismos. Pero la incipiente crisis económica de los setenta y la necesidad de aumentar la cobertura comunicacional de los espectáculos de lucha libre, llevaron a los empresarios Augusto Olivares y Ernesto Morales, propietarios del show, a venderlo a la televisión el programa.
Esta decisión fue definitiva para el futuro del viejo "catch" en Chile y no estuvo exenta de polémica dentro del ambiente, pues le fue arrebatada a Fanfani toda la generación de nuevos luchadores que venía formando para continuar con la actividad gladiadora del Teatro Caupolicán.
"Nunca habrá otra vez en Chile una lucha libre como la de los tiempos del Cachacascán", solía decir Fanfani, romántico y nostálgico de sus años de apogeo como The Death.
El clásico personaje de Míster The Death, encarnado por el maestro Miguel Ángel Fanfani, quien aparece a la derecha en fotografía del año 1997 (Fuente imagen: diario "La Tercera").
Tino Benvenutti, el hombre detrás del luchador El Estudiante, y Bruno Siegmund en el traje de La Momia, que si bien era un personaje posterior al "Cachacascán", presentado en "Los Titanes del Ring", el hombre detrás del disfraz había alcanzado a particpar en las luchas antiguas del Teatro Caupolicán siendo un adolescente, con personajes como 007. Ambas imágenes son del año 1997 (Fuente imágenes: diario "La Tercera").
EL FINAL DE UNA ÉPOCA
Sin embargo, la caída de esta legendaria época sobrevino con la venta del espectáculo a la televisión, tras nacer el célebre programa de "Los Titanes del Ring" en la Estación de Televisión Nacional de Chile, en una primera temporada de 1971 a 1974, que en la práctica y para muchos románticos, fue sólo una imitación de bajo presupuesto del programa argentino del mismo nombre y que también había liquidado la edad del "Cachacascán" platense en 1962, pero con el plus comercial de las transmisiones televisivas que, en algún momento, llegaron a alcanzar gran audiencia.
El giro abrupto y el cambio de nombre han gestado el mito de que la lucha libre chilena nació sólo como mala copia de los "Titanes del Ring" argentinos, y para algunos críticos esto sucedió echando una tonelada de cemento de olvido y desdén sobre toda la tradición muy anterior, iniciada por el histórico "Cachacascán". Por otro lado, aunque en sus inicios los "titanes" fueron de gran popularidad y utilidades, con una interesante época propia que trataré de abordar a futuro, la incorporación de criterios de trabajo que hicieron a nuevos luchadores menos dispuestos a recibir en serio las patadas y golpes que antes moreteaban a los aguerridos precursores de estos shows lúdicos, por cuestiones de televisión y de llegada al público familiar en los años que siguieron, fue realzando la percepción de lo irreal del mismo en las transmisiones a juicio de muchos de sus detractores, y en no pocas veces los "titanes" fueron objeto de burla y caricatura ya en sus últimos días de existencia como show. Hasta que se canceló el show, había mucha más puesta en escena y espectáculo que pelea de verdad en este período, según se recuerda.
Destinos inciertos tuvieron los luchadores formados o herederos del "Cachacascán", al pasar la época de la clásica lucha libre chilena. Ya en el tiempo de los "titanes", por ejemplo, La Araña Juan Parra, se vio involucrado en un dramático asunto policial. Míster Chile en cambio, pasado su regreso al ring con los "titanes" chilenos, se encargó también de una funeraria en Valparaíso y ha dado algunas entrevistas tras cancelarse el programa; y quien usó el traje de su archirrival La Momia, el calvo y atlético Bruno Siegmund, quien conoció los rigores del Teatro Caupolicán con sólo 15 años encarnando personajes como El Hombre Tijera y 007, se dedicó a músico, maestro enfierrador y profesor de lucha, aunque nunca ocultó mucho sus rivalidades con Míster Chile fuera del escenario; un cáncer fulminante le arrebató la vida a este titán de un metro 97 centímetros de altura, el año 2005. También enseñaría su oficio a las nuevas generaciones el veterano Fanfani, fallecido el año 2008 a los 72 años, siendo considerado para la posteridad como un respetado aporte para el actual resurgimiento amateur del género.
Las "noches de titanes", con lo bueno y lo malo del rubro, pertenecen a una época posterior a la que nos interesa por ahora, de modo que la dejaré para una futura entrada, ya que es en ella cuando se produce la decadencia y caída de la clásica lucha libre chilena, al intentar semejarse a un modelo extranjero que ya se encontraba en retirada y revisión por aquellos años, valiéndose incluso de personajes casi infantiles (Frankenstein, con una máscara similar a cualquiera de casas de disfraces, y otros copiados de famosos luchadores de México, como El Santo) y luego teniendo que enfrentar las restricciones de reunión y de actos masivos durante los años ochenta.
A la sazón, pues, el género de espectáculos iniciados por el epopéyico e inolvidable capítulo del "Cachacascán" chileno, ya dormía profundo en la paz de su sueño de muerte.
La Momia con parte de su puesta en escena, previa presentación en el Estadio Carlos Dittborn de Arica en 1976, ya en el período de transición entre la pasada gloria del "Cachacascán" y lo que será la copia del formato argentino de los "Titanes del Ring", que en muchos sentidos acabaría liquidando la época iniciada desde mucho antes con la epopeya del "Catch". Entre los luchadores de esta generación estaban el Barón Von Ruchke, el Gorila Español, Black Demon, Máscara de Plata, el Ciclón del Caribe, Huracán Diabólico, Ángel Blanco, Lord Boris y Blue Satán.

Cortesía:  http://urbatorium.blogspot.com

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